La estrategia y la tecnología en la transformación digital
El 19 de abril de 1965, Gordon E. Moore publicó un artículo en la revista Electronics en el que anticipaba una revolución tecnológica que estaba por llegar. En ese artículo aseguraba que la industria estaba preparada para duplicar el número de transistores que podría contener un microprocesador cada año, al mismo tiempo que se irían reduciendo los costes de fabricación de los mismos. Consideraba que había recorrido, al menos, para 10 años. Tiempo después, cofundaría Intel Corporation, el mayor fabricante de circuitos integrados a nivel mundial y de los procesadores con mayor índice de penetración en el mercado de los ordenadores personales hoy en día. La que en la actualidad se conoce como “Ley de Moore”, fue revisada por el propio autor para alargar el plazo de duplicación de la capacidad a dos años. Hasta la fecha, más de 50 años después, esta previsión se sigue cumpliendo.
El aumento continuo de capacidad de procesamiento y reducción de costes de producción que vaticinó Moore es el germen de que, en nuestra vida cotidiana y de forma silenciosa, estemos cambiando costumbres tan arraigadas como sentarnos en familia alrededor de la televisión, bajar al kiosco para comprar el periódico o sintonizar la radio para escuchar las noticias, para pasar a ver series en nuestras tablets o móviles cuando encontramos un hueco, leer las noticias en esos mismos dispositivos o escuchar las noticias a través del mismo altavoz inteligente al que preguntamos si vamos a necesitar el paraguas ese día, al que pedimos que encienda la calefacción una hora antes de que vayamos a llegar a casa y que, por favor, apague la luz antes de cerrar la puerta al salir a la calle.
“Debemos asegurarnos de alinear la transformación con el negocio”
Como no podía ser de otra manera, el desarrollo tecnológico que permite que podamos disfrutar de todos esos avances en nuestros hogares, se ha ido incorporando previamente a nuestras empresas y, si echamos la vista atrás, veremos cómo las herramientas que nos acompañan en nuestro trabajo han ido evolucionando de forma notable. Pero, aunque la incorporación de los avances tecnológicos a la empresa se viene produciendo de forma natural a lo largo del tiempo, algo está cambiando en los últimos años. La aparición de nuevos modelos de negocio está provocando cambios profundos en las distintas industrias, en las que compañías muy jóvenes están sabiendo aprovechar la evolución tecnológica para crear nuevos modelos que les llevan a convertirse, en un muy corto espacio de tiempo, en gigantes en sectores hasta hace poco dominados por compañías consolidadas como líderes en sus respectivos nichos. Algo a lo que en algunos entornos se empieza a referir ya como la cuarta revolución industrial. El resultado natural de este movimiento hace que la transformación digital de los negocios ocupe cada vez más tiempo en la mente de nuestros CEO y directivos. Según distintos estudios, la transformación digital se ha convertido en una de las principales preocupaciones de las compañías en 2019 y la inversión en proyectos de transformación digital aumenta año tras año. Tanto los beneficios de subirse al carro de la transformación como los riesgos de dejar pasar la oportunidad de hacerlo están perfectamente identificados.
Pero, a la hora de afrontar estos proyectos que ayuden a una organización a convertirse en digital, que ayuden a mudar a un modelo de compañía que utilice la tecnología y los datos para evolucionar continuamente todos los aspectos de sus procesos de negocio, nos encontramos con un índice de fracaso demasiado alto. Pese a que tres de cada cuatro compañías analizadas en un estudio de Forrester afirman haber llevado a cabo completamente o estar inmersas en proyectos de transformación digital de sus organizaciones, existen indicadores que reconocen que el 80 % de esas iniciativas fracasan o están sufriendo grandes retrasos que no les permiten ver un horizonte claro a su aplicación. Identificar la tecnología necesaria no es un problema. Organizaciones como Gartner marcan el camino a seguir, identificando en su informe “Strategic technology Trends”, de forma invariable año tras año, las tendencias tecnológicas estratégicas que afectarán y transformarán a los diferentes sectores de actividad económica, y disponemos de un buen número de estudios que identifican las tecnologías que están transformando cada sector de actividad que nos ayudan a la hora de elegir las mismas.
Probablemente, el primero de los problemas sea precisamente pensar que la transformación digital consiste simplemente en aplicar determinadas tecnologías identificadas en esas tendencias a nuestro negocio, sin un fin claro que permita generar un impacto real sobre el propio negocio. Debemos asegurarnos de alinear la transformación con el negocio. Poniendo el foco exclusivamente en la implantación de la tecnología como fin en sí mismo, corremos el riesgo de convertir nuestra iniciativa en un mero proyecto de modernización de la infraestructura tecnológica que deje de lado nuestros procesos de negocio.
Transformar digitalmente una organización conlleva adoptar prácticas y procesos de negocio que ayuden a la organización a competir de forma efectiva en un mundo cada vez más digital. Alcanzar la madurez digital pasa por integrar la tecnología en las áreas del negocio, cambiando la forma de operar y aportar valor al cliente. Pero, sobre todo, supone un cambio cultural que requiere que las organizaciones desafíen continuamente el orden establecido, experimenten y se sientan cómodas con el fracaso.
Para afrontar este cambio cultural es fundamental que la iniciativa transformadora se impulse en la organización de arriba a abajo, partiendo del CEO para irse trasladando a las capas inferiores de la organización. Para alcanzar la madurez digital en las organizaciones es necesario enfocarse en cambiar la mentalidad de sus miembros, los procesos y la cultura organizacional, para después decidir qué herramientas utilizar y cómo hacerlo. Debe ser la estrategia la que impulse a la tecnología, no la tecnología la que impulse la estrategia.