Los retos de la sostenibilidad en la UE y América Latina pasan por la Amazonia
La confirmación oficial de que la ciudad de Belém, capital del Estado de Pará, acogerá la COP-30 en 2025 –la primera vez que el mayor y más importante foro internacional sobre el clima se celebrará en la Amazonia– no es sólo un motivo de alegría por el sueño alcanzado. Pone de manifiesto la relevancia de que la región acoja un evento histórico que definirá nuevos objetivos, prácticas y políticas para el sector.
El mundo debate sobre la Amazonia, las amenazas que sufre y su futuro. Estudiosos, investigadores, técnicos y políticos debaten constantemente sobre el tema, convirtiéndolo en una cuestión planetaria. En este sentido, ¿hay algo más simbólico que debatir sobre la Amazonia en la Amazonia?
Los 6,7 millones de kilómetros cuadrados de Amazonia se reparten entre otros ocho países, además de Brasil. Son Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Venezuela, Surinam, Guyana y Guayana Francesa. Pero el 60 % de las tierras y aguas amazónicas están en Brasil. Y aquí ocupan casi el 59 % del territorio nacional y es donde viven cerca de 38 millones de personas, repartidas en 808 municipios de nueve Estados: Acre, Amapá, Amazonas, Mato Grosso, Maranhão, Pará, Rondônia, Roraima y Tocantins.
Frente a este alcance monumental, sería natural que los países que albergan la región amazónica interactuasen periódicamente a través de foros o incluso de órganos establecidos, en la búsqueda de mecanismos de defensa y desarrollo. No es así. Y es necesario que esta práctica sea frecuente para que genere, así, resultados positivos.
Para incorporar definitivamente la selva amazónica al proceso de desarrollo nacional es urgente superar pensamientos y posturas muy arraigados. No debe ser sólo sinónimo de algo intocable, que no genera ingresos ni beneficios a sus habitantes y al mundo entero.
La selva amazónica será por siempre una fuente de investigación y descubrimientos, siempre y cuando sea protegida y preservada en todo su esplendor. Esto implica desarrollo
La selva amazónica será por siempre una fuente de investigación y descubrimientos, siempre y cuando sea protegida y preservada en todo su esplendor. Esto implica desarrollo. ¿Cuántas plantas de la región, por ejemplo, son aún desconocidas y cuántas de ellas darían lugar a nuevos productos farmacéuticos, nuevos cosméticos, nuevos colores para tejer, etcétera? Serían nuevos productos insertados en el mercado, abriendo otras cadenas comerciales que, a su vez, favorecerían especialmente a quienes viven en la majestuosa selva y, por extensión, a toda una sociedad.
Por otro lado, es bien sabido que la pobreza se consolida, estratifica y expande cuando se pierden oportunidades de actuar a la vanguardia del conocimiento. Desarrollar con sostenibilidad es la consigna, y debería estar en el primer plano de la agenda de la Unión Europea y de América Latina.
Entra en juego la bioeconomía, la venta de créditos de carbono, tan importante para las economías europeas. Son las mercancías recientes y, en cierto sentido, revolucionarias, del planeta
No es mera coincidencia que la bioeconomía, la venta de créditos de carbono, tan importante para las economías europeas, entre en juego en esta perspectiva. Son las mercancías recientes y, en cierto sentido, revolucionarias, del planeta. Es un apoyo considerable para mantener el bosque en pie –vivo, garantizando su plenitud y vigor– y un estímulo para un negocio enorme y creciente. Las consultoras internacionales calculan que las transacciones del mercado de carbono en 2021 superarán los 2 000 millones de dólares, cuatro veces más que el año anterior. Las proyecciones son tan optimistas que recientemente la consultora mundial McKinsey evaluó que las transacciones en el segmento alcanzarán los 50 000 millones de dólares en 2030.
Sin embargo, son numerosos los fantasmas que aún se interponen en el camino de las acciones modernizadoras. Desde la falta de establecimiento de una legislación eficaz y transparente sobre el tema hasta la puesta en marcha de un marco jurídico para el sector. Sin olvidar los fantasmas más peligrosos y amenazadores: la deforestación y la minería ilegales. Contra ellas, la única medida a adoptar por el Estado es el combate constante, con mano dura, rigor e inteligencia, dentro del marco establecido por las leyes.
Los maleantes, generalmente armados y violentos, forman parte de poderosos e influyentes cárteles, con ramificaciones en diversos ámbitos de la vida nacional, incluido el Congreso Nacional. No respetan la legislación, ni las reservas indígenas, ni los árboles centenarios. No hay límites para ellos.
Afortunadamente, el Gobierno actual no sólo ha cambiado completamente la política que se seguía, sino que está actuando con firmeza y sin miedo contra estas hermanas fantasmas. Está poniendo fin a la deforestación y la minería ilegales, deteniendo los tractores y las motosierras, deteniendo los equipos mineros, deteniendo la invasión de tierras indígenas.
Los pueblos indígenas constituyen un capítulo muy especial en la Amazonia. Ninguna sociedad puede prescindir de los pueblos indígenas bajo ninguna circunstancia. Los países donde fueron extinguidos lo lamentan hasta hoy y, una y otra vez, pierden el perdón por haber practicado esa absurda e injustificable política de limpieza étnica, despreciando el conocimiento, la sabiduría y las culturas milenarias. Esto es un crimen, no hay otra palabra para definirlo. Pero el perdón, como sabemos, no soluciona lo que ya no tiene solución.
La civilización tiene que darse cuenta, de una vez por todas, de que Brasil y América Latina no sólo necesitan crecer con industrias modernas e innovadoras, agronomía cualificada, rebaños cualificados, ciudades bien equipadas, infraestructuras adecuadas y muchas otras cosas. También es fundamental asimilar plenamente que la selva no es un lugar para que le resten sus beneficios y termine todo devastado. Que sus habitantes originales no son seres menores que no tienen nada que enseñar a los llamados civilizados. Esta visión debe ser (y seguramente será) compartida en el diálogo entre la Unión Europea y América Latina.
Brasil no renunciará a una selva de tal grandeza. La selva amazónica seguirá viva, exuberante, en los tiempos venideros. Y no cabe duda de que para ello contamos con la comunidad internacional
Una nación del tamaño de Brasil no renunciará a una selva de tal grandeza. La selva amazónica seguirá viva, exuberante, en los tiempos venideros. Y no cabe duda de que para ello contamos con la comunidad internacional.
Hemos pasado por épocas oscuras, dolorosas, en las que se negaba incluso la naturaleza redonda de la Tierra. Pero ese periodo está cerrado y enterrado. Ahora vivimos la reconstrucción de la vida y la reafirmación de que, sí, la Tierra es redonda.
Para nosotros, brasileños, y para la comunidad internacional, la COP-30 será el hito de un nuevo ciclo para la región y para el mundo. Los que dicen preocuparse por la Amazonia vendrán aquí a debatir con nosotros cómo será la Amazonia del mañana. Experimentarán in loco un poco de la fascinante complejidad de la Amazonia.
Está muy extendida la expresión de que la Amazonia es el pulmón del mundo. Yo prefiero expresarlo de otra manera: nosotros, aquí, respiramos Amazonia.