Hacia una nueva realidad transformada
Hoy la etiqueta “transformación digital” es algo que impregna todos los órdenes de nuestra vida diaria. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Nada es ajeno a esta transformación, desde nuestras actividades profesionales, de ocio, familiares o sociales. Somos espectadores y protagonistas de uno de los fenómenos más interesantes y más vertiginosos que el hombre haya protagonizado nunca. Porque todo lo que ocurre hoy está hiperconectado. Nuestra sociedad nunca ha estado más informada y al mismo tiempo más tecnificada en todos sus procesos.
En el mundo ya hay más terminales móviles que personas, y un tercio de la población mundial ya está conectada a internet. Estos son solo dos claros síntomas, aunque superficiales, que nos indican que estamos inmersos en una auténtica revolución digital. Superficiales, porque lo que ello conlleva es ver solo la punta del iceberg. Esta nueva sociedad digital hiperconectada del conocimiento es tan importante o más que otras revoluciones que nuestros antepasados protagonizaron como la imprenta, la agrícola o la industrial.
Estamos asistiendo a una revolución digital, que nos exige inmediatez y al mismo tiempo transformar urgentemente nuestros procesos y modos de actuar para desarrollar una nueva sociedad del conocimiento hiperconectado
Pero a diferencia de otros grandes pasos que el hombre ha dado, esta nueva revolución digital nos exige inmediatez. Es una revolución rápida y silenciosa que ha llegado a nuestras vidas sin darnos cuenta, que no tiene marcha atrás. Una situación que nos pide a gritos actuar urgentemente, nos pide transformarnos. Esta transformación significa adaptar nuestros procesos y modos de actuar a la nueva realidad.
Y no nos puede sorprender. Sin embargo nos lleva a plantearnos otra forma de hacer las cosas. De una manera más transversal y colaborativa. De una forma más intuitiva y también más democrática. En esta nueva era, todos tienen superpoderes. Los ciudadanos han descubierto que existen mecanismos y herramientas para derrocar gobiernos, que la democratización de sus sociedades es un hecho a golpe de un click o de un post, que la educación puede y debe ser un derecho para todo el mundo y que la transparencia hoy es la clave de la supervivencia. Que las empresas deben y tienen que cambiar sus formas de producir pero también de relacionarse con sus empleados y clientes. Éstos últimos saben que también tienen superpoderes y son capaces de llevar esa revolución al interior del mundo de la empresa y hacer cambiar sus planes. Los perfiles profesionales también se están transformando ante las nuevas necesidades. Hoy el talento y las capacidades para desarrollar nuevos productos o servicios también se están transformando.
Con este nuevo panorama, estamos actualmente en una encrucijada económica y social en la que existen unos nuevos actores plenamente digitales, otros que están en proceso de transformación (los que podríamos llamar emergentes digitales) y otros que realmente todavía tienen que darse cuenta a qué se enfrentan. Actores que son gobiernos, sociedades, empresas, ciudadanos, clientes. TODOS. Es precisamente ese nuevo ecosistema que está naciendo el que todos debemos entender. Ahora tenemos el reto de divulgar y compartir conocimiento para una nueva sociedad hiperconectada basada en la sostenibilidad y que pueda desarrollarse plenamente.
Pero antes de que esta revolución vaya a más, debemos buscar la convergencia de todos estos players, los puntos que nos unen para identificar aquellas problemáticas que deben ser resueltas para orientar nuestros procesos no solo hacia la competitividad como hacia la calidad de vida de la gente, de las personas. Porque curiosamente, estamos igual de cerca de conseguir sociedades más iguales pero también que la brecha sea todavía mayor y más desigual.
Todos los países, sociedades y empresas debemos tomar conciencia de esta necesidad de transformarse. Ya no sólo desde el punto de vista “digital” y tecnológico, sino también desde el punto de vista de la gestión del conocimiento y de la forma de gestionar todos nuestros procesos diarios.
La transformación digital debe ser algo prioritario en nuestras agendas y en la agenda de estado de cualquier país. Al mismo tiempo que una preocupación para buscar la competitividad que el mundo actual nos exige de forma natural.
La era digital nos lleva a plantearnos otra forma de hacer las cosas. De una manera más transversal y colaborativa. De una forma más intuitiva y también más democrática, donde todos los actores tienen superpoderes
Desde esta privilegiada tribuna, queremos hacer hincapié en la urgencia de SENSIBILIZAR a empresas e instituciones, sobre la necesidad de adaptar los modelos de gestión a una nueva cultura en el actual entorno tecnológico. Y también de la necesidad de CATALIZAR el conocimiento, experiencias y dificultades, para transmitir los beneficios que la tecnología nos puede brindar en todos los ámbitos de la vida, sin olvidar tampoco aquellos efectos que un mal uso puedan producir. Son más las ventajas que los efectos secundarios. Apostemos por una revolución digital ordenada, donde todo el mundo sea consciente de sus consecuencias y que nos permita un desarrollo pleno y sostenible.