Cuba, 30 años de éxito turístico
En los años 1990’s, Cuba apostó por el desarrollo del sector turístico. A pesar de sus increíbles atributos naturales y su cultura e idiosincrasia únicas, esta maravillosa isla, conocida como “la perla del Caribe” era vista como un entorno de riesgo para los inversores, especialmente a partir de la promulgación, en 1996, de la llamada Ley “Helms-Burton”, que en la práctica obligaba a las compañías internacionales, a elegir entre comerciar con Cuba o con los Estados Unidos.
Sin embargo, las autoridades cubanas vislumbraron claramente el potencial turístico de su bello país, y tuvieron el acierto estratégico de buscar al mejor partner posible para desarrollar un sector hotelero de calidad y competitivo frente a los estándares internacionales. En este contexto, Gabriel Escarrer Juliá, fundador y Presidente de Meliá, fiel a su espíritu visionario, ofreció su know-how e inició una senda de casi 3 décadas de exitosa y productiva colaboración.
Por entonces, el Grupo Meliá contaba con más de 30 años de existencia, y había alcanzado ya un liderazgo consolidado en España, consecuencia de una imparable expansión por el litoral peninsular y archipiélagos, y de la adquisición de las cadenas Hotasa y Meliá durante los años 80. Esta cadena familiar de origen mallorquín ofrecía además un “plus” de valores y cultura de servicio altamente apreciados por los cubanos; la filosofía de Gabriel Escarrer, para quien el turismo posee una capacidad inigualable de hermanar a los pueblos y contribuir a su mayor prosperidad y bienestar social, encajó con las expectativas generadas en Cuba, dando comienzo un periodo de desarrollo turístico, y una historia de éxito compartida, que a día de hoy no han sido interrumpidos.
Las compañías estadounidenses ya toman posiciones en Cuba y ello afecta de manera especial a las grandes cadenas hoteleras norteamericanas
El compromiso, la leal colaboración, la transparencia y la seguridad jurídica pesan como factores fundamentales a la hora de explicar la trayectoria de Meliá en Cuba hasta nuestros días, y estos mismos factores son los que convierten en indisoluble el vínculo de nuestra compañía con este país caribeño, ante una nueva etapa para el país desde que a finales de 2014, los presidentes Castro y Obama anunciaran el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos.
Cuba sabrá aprovechar las inmensas oportunidades que este proceso abrirá, sin olvidar los principios que han marcado el desarrollo sostenible de su industria turística, su carácter e idiosincrasia únicos
Según la USTAO (United States Travel Agents Association) entre 1 y 2 millones de ciudadanos norteamericanos viajarán anualmente a Cuba durante los próximos 10 años, una vez que se levante el embargo existente. Las compañías estadounidenses ya toman posiciones en Cuba para cuando llegue ese momento, y ello afecta de manera especial a las grandes cadenas hoteleras norteamericanas, que en algunos casos hubieron de salir del país a comienzos de los años 60. Recientemente, la OFAC (Oficina de control de activos en el extranjero del Departamento del Tesoro estadounidense) concedió una autorización especial a dos grandes cadenas norteamericanas –actualmente en pleno proceso de fusión, Marriott y Starwood– para abrir los primeros hoteles norteamericanos en La Habana, y autorizó igualmente una importante ampliación de los vuelos directos desde Estados Unidos a partir de finales de año.
Las empresas españolas hemos mantenido históricamente una estrecha relación con Cuba, un vínculo especial que en palabras del Ministro de Turismo Cubano, Manuel Marrero, se mantendrá aunque la progresiva internacionalización del país sea ya un proceso imparable, especialmente con aquellas empresas que apoyaron a su país desde el primer momento, al margen de las circunstancias políticas. En este sentido, estamos convencidos de que la competencia internacional no constituye una amenaza para el sector turístico español en Cuba, sino un incentivo para elevar aún más nuestra excelencia y estándares.
El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos representa uno de los retos más apasionantes de su extraordinaria trayectoria, y un “caso de estudio” único en la historia contemporánea. La clave será gestionarlo con responsabilidad, y sin perder un valor fundamental: la especificidad cultural y la filosofía de vida propias de los cubanos.
Y es que estoy segura de que Cuba sabrá aprovechar las inmensas oportunidades que este proceso abrirá sin duda, sin olvidar los principios que han marcado el desarrollo sostenible de su industria turística, ni por supuesto, su carácter e idiosincrasia únicos.
Como también recordó el Ministro Marrero: “las empresas extranjeras serán sin duda bienvenidas, pero tendrán que bailar al son de la música cubana”.
En estas primeras décadas del siglo XXI, Cuba vuelve a ser objeto de deseo para inversores y empresas turísticas de todo el mundo, esta vez en un entorno internacional favorable a la superación de viejas barreras, y partiendo de más de 30 años de autenticidad, experiencia y liderazgo turístico incontestable.