Cuba, tres grandes retos y un destino
Nunca un país tan pequeño concentró tanta atención y pasión a nivel internacional. Cuba ejerce una atracción difícil de describir, es una isla que tanto por su posición geoestratégica como por su historia pasada y presente, está llamada a ser protagonista en los próximos años. El deshielo de las relaciones con los EE. UU. y el histórico viaje del presidente Obama a La Habana el pasado mes de marzo, inauguraron una nueva etapa en las relaciones bilaterales, así como de relaciones de Cuba con el resto del mundo. Todo ello, y la necesidad de abrir su economía a la inversión extranjera, está generando nuevas dinámicas internas y externas que hacen que la isla vuelva a centrar la atención del mundo político y económico internacional.
El país podría transitar hacia un modelo económico sin renunciar a sus principios fundamentales, esto es, la igualdad y la redistribución de la riqueza
Asistimos a un tiempo nuevo que ha generado muchas expectativas tanto dentro como fuera del país, pero a pesar de los muchos obstáculos y las previsibles tensiones en este complejo proceso, la apertura, modernización y liberalización de su economía es un proceso sin marcha atrás, que deberá hacer frente a tres grandes retos.
En primer lugar, el relevo generacional. Los líderes revolucionarios, con los hermanos Castro al frente, tienen por razones biológicas que dar paso a una generación de líderes políticos nueva. Un relevo nada fácil, puesto que el régimen cubano no se caracteriza por diseñar procesos lineales y transparentes. El proceso y el momento de la toma de decisiones han sido siempre impredecibles y no están exentos de sorpresas. El propio presidente Raúl Castro ratificó en el VII Congreso del Partido Comunista cubano la fecha de ese relevo, el año 2018, inaugurando la carrera de adivinación sobre quién le sucederá. Desde el exterior, siempre se intenta identificar, señalar e incluso influir en el posible sucesor, pero hay que ser prudentes en las afirmaciones y los análisis, y quizás sea más probable pensar en una futura dirección de corte colegiada con alguna figura de prestigio al frente, que intente dar continuidad a los principios fundamentales socialistas, pero que transite hacia una nueva forma de gobernar más acorde con los tiempos. Un proceso de transición política tranquila que intente conciliar los rasgos de un sistema político cerrado hacia uno más participativo y plural, una decisión que, en todo caso, debe tomar el pueblo cubano de forma soberana y sin injerencias externas.
En segundo lugar, Cuba tiene un inaplazable reto de modernización y actualización económica. Su transición depende en gran medida de su capacidad de generar un círculo virtuoso de crecimiento que genere riqueza y prosperidad para el pueblo cubano, removiendo las obsoletas bases de un sistema económico de otros tiempos. El pueblo cubano tiene derecho a dejar atrás sesenta años de excepcionalidad económica, restricciones y penurias para poder construir una economía social competitiva. El país podría transitar hacia un modelo económico sin renunciar a sus principios fundamentales, esto es, la igualdad y la redistribución de la riqueza, modernizando sus empresas públicas, potenciando el amplio sector cooperativo del país, las pequeñas y medianas empresas y los cuentapropistas (autónomos). Sin embargo todo ello requiere la introducción de criterios de eficacia y eficiencia, incentivos y autonomía de gestión, removiendo y actualizando el aparato burocrático que hace ineficiente y obsoleto una buena parte del sistema económico. El país tiene buenos ejemplos de sectores y empresas de éxito en el turismo, la biotecnología, los servicios sanitarios o la industria cultural, una gran oportunidad para impulsar y gestionar otros sectores tractores de la economía como el sector agroalimentario, la energía, los transportes o las infraestructuras.
Todo ello requiere la introducción de criterios de eficacia y eficiencia, incentivos y autonomía de gestión, removiendo y actualizando el aparato burocrático
Finalmente, el tercer gran reto de Cuba es explotar y poner en valor el enorme capital humano que tiene y genera el país. Si algo caracteriza a Cuba en relación con el resto de países en desarrollo, es precisamente la formación y la enorme creatividad de su población. Cuba ha demostrado a lo largo de las últimas décadas una capacidad resiliente como ninguna otra nación en el mundo, todo ello gracias a sus gentes, por lo que el futuro de Cuba tiene que sustentarse en liberar todo el talento, la capacidad y el potencial de sus jóvenes para hacer que sean los actores de la nueva Cuba.
En definitiva, tres retos titánicos pero perfectamente posibles que deberían apuntar hacia un nuevo horizonte, un nuevo destino que no es otro que convertir toda esa potencialidad, riqueza y pluralidad en un nuevo proyecto colectivo inclusivo que sitúe al país en el lugar que le corresponde desde el punto de vista político, económico, social y cultural.