Lima, el impulso de la capital peruana
Durante la última década, Lima escaló diecinueve puestos en el ranking de las mejores ciudades para hacer negocios en América Latina, que es elaborado anualmente por la revista América Economía. Pasó de estar en el puesto veintisiete en 2006 a ubicarse en la octava posición en 2016. Los Juegos Panamericanos 2019 se celebrarán en la capital peruana y en los últimos años esta ciudad recibió con bastante éxito eventos que atrajeron la atención del mundo entero, como el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico y una de las cumbres mundiales sobre cambio climático más importantes en los últimos tiempos: la COP20. Para una ciudad como Lima, que hace poco más de una década no tenía presencia en ese radar internacional, estos son honores que no deberían pasar desapercibidos.
Este nuevo espíritu de confianza y adhesión podría encontrar explicación en el crecimiento de la economía peruana de los últimos años, el boom de la gastronomía, la próxima construcción de nuevas líneas del metro, la promesa de una reforma que modernizará el transporte público, los proyectos de infraestructura en ejecución o el mayor número de empresas globales que llegan a instalarse a la ciudad, pero todas esas razones juntas son insuficientes para comprender la real dimensión de lo que hay detrás de este despertar internacional. Lima es una ciudad que construye sus bases desde una energía interna efervescente que ha sido y sigue siendo condición previa y esencial de esos logros y nuevas posibilidades.
Ciudad diversa
Definir Lima en pocas palabras es una tarea arriesgada que difícilmente resultaría siendo precisa. La capital peruana es en simultáneo varias ciudades que al entrelazarse logran una mezcla de culturas, experiencias y ambiciones que resultan en un universo con vida, y espíritu propio. Lima es la tradición criolla, los huaynos andinos, el tacacho de la selva, la humedad que penetra desde el Océano Pacífico, los cerros que anuncian el ingreso a la sierra, el patrimonio arqueológico que sobrevive a la expansión urbana, la herencia colonial que se manifiesta en la arquitectura de su centro histórico y la modernidad vertiginosa que redefine todo a su paso. Lima es todo eso combinado y mucho más.
Esa diversidad resulta de un país de contrastes y profundamente multicultural que vivió un proceso de migración y urbanización radical que aún deja resaca. En pocos años, Perú pasó de ser un país en el que predominaba la población rural a uno en el que la mayoría de sus habitantes vive en ciudades: mientras en 1940 menos del 35 % vivía en ellas, actualmente el 75 % lo hace. De hecho, más de la mitad de los treinta millones de peruanos vive en las principales quince ciudades del país y un tercio lo hace solo en Lima.
Esa diversidad resulta de un país de contrastes y profundamente multicultural que vivió un proceso de migración y urbanización radical que aún deja resaca
Ningún fenómeno ha cambiado tanto el rostro de la capital peruana como ese proceso de desplazamiento que involucró a millones de personas y derivó, en palabras del antropólogo José Matos Mar, en un desborde popular: en 1940 Lima tenía 600.000 habitantes, un par de décadas después ese número se había triplicado y en la actualidad ya son aproximadamente 10.000.000. Uno de los cambios centrales, gestados desde la mitad del siglo pasado con la llegada a la capital de peruanos desde la provincia, los Andes y la selva, fue la urbanización que comenzó a desarrollarse de forma acelerada, desordenada, inorgánica y ausente de toda planificación. Lima cambió para siempre. La ciudad fue desbordada en todo sentido y la forma en que los migrantes se asentaron en la ciudad terminó por reconfigurar las relaciones económicas, sociales, políticas y culturales que en la actualidad podemos ver en sus calles, escuchar en su música y saborear en sus platos que van conquistado las cocinas del mundo entero.
Ciudad moderna
Los nuevos limeños que inicialmente se instalaron con dificultad en la periferia de la capital en busca de un mejor futuro, hoy no solo son ciudadanos que exigen con razón justa el respeto de todos sus derechos, sino que son ejemplo de innovación y, en muchos casos, los principales generadores de empleo. Se convirtieron en el motor de una economía que hoy ilumina los principales emporios comerciales. Fueron personas que impulsadas por un capitalismo popular trabajaron y se capacitaron para definir el nuevo perfil de la ciudad.
Ello generó que el crecimiento de la metrópoli venga acompañado de un proceso de descentralización que ha derivado en la creación de distintos centros de desarrollo. Si en los ochenta y noventa la Lima pensada para el intercambio comercial moderno era solo una, ahora son varias interactuando vertiginosamente entre sí. Una clase media en crecimiento es la que va determinando nuevos patrones de consumo, gustos y aspiraciones. Los mega centros comerciales operando en lo que antes fue la periferia de la ciudad son muestra de esta realidad. En paralelo, se abren nuevos espacios para la cultura y el ocio: solo en las últimas semanas la Feria Internacional del Libro de Lima recibió a más de medio millón de personas, el Festival de Cine de Lima atrajo a los principales productores y directores de la región, y la feria gastronómica Mistura, la más importante de esta parte del mundo, volvió a abrir sus puertas. Indudablemente la demanda por nuevos espacios comerciales, culturales y públicos es cada vez más grande que la oferta disponible.
Si a este nuevo escenario de interacción económica y cultural le sumamos que Lima concentra casi la mitad del producto bruto interno nacional y las tres cuartas partes de todas las operaciones financieras del país, además de que es la única capital de Sudamérica con salida al mar y su puerto y aeropuerto ubicados en el Callao tienen una ubicación estratégica para conectarse con el mundo, es indudable que Lima no solo es una de las urbes más populares de América Latina, sino también una de las más dinámicas, activas y prometedoras.
Ciudad posible
El discurso oficial del presidente Kuczynski por las fiestas patrias en Perú, el 28 de Julio, dejó una buena noticia: se ha tomado en serio la necesidad de crear una autoridad de trasporte urbano para mejorar la movilidad de la capital. Además, la construcción de otras líneas del metro que se sumen a la única que existe actualmente está cada vez más cerca de dejar de ser una promesa para ser una realidad. Este no es un tema menor para una ciudad en la que uno de sus principales problemas es el transporte. A la par, son cada vez más las voces que exigen un plan urbano y de ordenamiento territorial que organice y dé un norte al futuro promisorio de la capital, asegurando mayor calidad de vida para la gente, y certezas a las inversiones. Estos son consensos que no existían hace unos cuantos años y son los mismos limeños quienes los están impulsando, inspirados por experiencias internacionales que han orientado la renovación y modernización de las ciudades que habitamos.
Son cada vez más las voces que exigen un plan urbano y ordenamiento territorial que organice, y de un norte al futuro promisorio de la capital, asegurando mayor calidad de vida para la gente, y certezas a las inversiones
Lima cambia con las nuevas necesidades de una sociedad que se abrió al mundo y se sumó a una corriente donde las ciudades son cada vez más relevantes para definir el futuro de la humanidad. Lima se reivindica con su pasado y se reta, reinventa y supera a diario, preparándose para sorprendernos una vez más. La capital peruana, con sus desafíos y oportunidades, es una invitación a una muy buena posibilidad.