Construyendo la comunidad iberoamericana
Cuando afirmamos que la comunidad iberoamericana es una realidad viva, dinámica y en permanente construcción, no dejamos de hacer honor a su historia de caminos de ida y vuelta en los que se han ido conformando identidades diversas, valores compartidos, lenguas comunes y un grande y destacado patrimonio cultural.
Su vitalidad actual está fundamentada en tres pilares: la cohesión social y la economía, el conocimiento y la cultura. Y es en esta tríada en la que se han basado las iniciativas y programas que conforman la cooperación iberoamericana impulsada por las Cumbres de Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno.
Sin embargo, hay que reconocer que no en todas las épocas se han atendido las inversiones en educación, ciencia o cultura de manera prioritaria, pensando que había cosas más urgentes, a pesar de la indiscutible evidencia de la centralidad de esta inversión en la construcción de las capacidades necesarias para impulsar el desarrollo sostenible.
Hoy apostamos con determinación por un modelo de desarrollo basado en el conocimiento, la ciencia y la tecnología. De hecho, los indicadores internacionales muestran que hay una relación directa entre la inversión que un país realiza en educación, ciencia e innovación y la salud de su economía y su grado de desarrollo.
Con datos del 2011/2012, el porcentaje del PIB destinado a I+D en los países más desarrollados del mundo iba del 2,8% al 4%, mientras que en los países Iberoamericanos el dato más alto es de Portugal con 1,5%, seguido por España (1,3%) y Brasil (1,2%), por delante de Argentina (0,6%) y México (0,4%).
Hoy apostamos con determinación por un modelo de desarrollo basado en el conocimiento, la ciencia y la tecnología
Mirando la generación de patentes, que es un indicador de la capacidad innovadora –y que tanta repercusión tiene sobre la competitividad económica y la mejora de la calidad de bienes y servicios– nos percatamos de que, entre 2001 y 2010, Corea del Sur, con 50 millones de habitantes, registró 60.232 patentes internacionales, frente a las 2.945 en América Latina y el Caribe, con 600 millones de personas.
La alta inversión pública y privada en infraestructuras, educación, ciencia, tecnología e innovación es el fundamento del progreso de los denominados tigres asiáticos, progreso que se caracteriza por altas tasas sostenidas de crecimiento económico y reducción de la pobreza. Todo esto debe llamarnos a emprender una revolución de productividad para Iberoamérica. Debemos añadir más valor a todo lo que producimos, sea en el sector primario, industrial o de servicios.
Una verdadera revolución de la productividad basada en la innovación, el conocimiento y tecnología con su contraparte en la calidad de la educación, la capacitación y la inversión en ciencia y tecnología, una mejor infraestructura, el combate a la informalidad y la incorporación plena de las mujeres a la economía y las empresas. Y no hay duda de que una mayor productividad generará mayores salarios y más empleo, con el consiguiente impacto positivo sobre el crecimiento y la distribución.
Dar el salto en la dirección correcta es factible en un momento en el que se dan aún condiciones favorables para asumir este desafío. Y no se trata sólo de destinar recursos a políticas e inversiones, sino de darle a esa dotación estabilidad de medio y largo plazo. Esto porque los resultados de la apuesta por el conocimiento no se obtienen de inmediato. Al contrario, los tiempos para que se hagan plenamente visibles se han de medir a partir de una generación, pero la solidez del modelo de crecimiento económico y desarrollo social que así se logra compensa con creces la espera.
Para alcanzar estas metas es indispensable construir un auténtico pacto social y político, donde estén aliados instituciones, gobiernos, el sector público y privado y la propia ciudadanía organizada. Igualmente es vital poner en marcha actuaciones de envergadura que, por su efecto multiplicador y dinamizador, contribuyan al logro de estos objetivos.
Desde la Conferencia Iberoamericana queremos contribuir a este esfuerzo.
Tenemos ante nosotros una excelente ocasión para sentar las bases de la que será la gran transformación de nuestra región en el siglo XXI
No en vano la XXIV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno (Veracruz, diciembre del 2014), lleve por título “Iberoamérica: Educación, Innovación y Cultura”. Por eso hemos planteado la necesidad de apostar por el mejoramiento de la educación en todas sus etapas apostando desde nuestro espacio iberoamericano del conocimiento por la educación terciaria, incluyendo la técnica y tecnológica a través de una movilidad académica de estudiantes, profesores e investigadores, basada en la certificación y el reconocimiento de estudios tal como nos lo muestra la experiencia europea.
Tenemos ante nosotros una excelente ocasión para sentar las bases de la que será la gran transformación de nuestra región en el siglo XXI: una Iberoamérica reconocida en el mundo por su apuesta por el conocimiento y la cultura, líder en desarrollo humano y cohesión social y ejemplo de la vanguardia en el mundo que compartimos.