UNO Noviembre 2014

Iberoamérica, una comunidad basada en la cultura

05/18

 

Una Alianza se basa en la identificación de intereses comunes que proteger; una Comunidad es algo distinto, una Comunidad se fundamenta en elementos identitarios que comparten todos los miembros, a partir de los cuales se construyen proyectos comunes.

Se ha puesto mucha veces de manifiesto que una de las regiones más homogéneas del planeta es América Latina, un territorio continuo que cuenta con una historia y una cultura que ha compartido durante más de 500 años (que se fusionó con otros elementos originarios propios de cada una de las subregiones), con estrechos lazos de sangre que recorren todo el continente, con dos lenguas comunes, muy próximas la una de la otra y con sistemas políticos y económicos similares. Esta América Latina es una comunidad, que comparte esos mismos rasgos que la definen (lengua, cultura, historia, lazos de sangre, democracia y mercado) con la Península Ibérica, de forma que juntos ensanchan esa Comunidad y constituyen la Comunidad Iberoamericana. Sus manifestaciones son incontables. Nuestras empresas, universidades, gremios profesionales, periodistas, etc. han formado una compleja red hecha de cooperación e intereses que constituye la encarnadura de la Comunidad Iberoamericana.
Y nuestros ciudadanos, con un entramado de relaciones sociales y familiares de una intensidad que raramente se encuentra en otras zonas del mundo, conforman ese sustrato real que constituye los cimientos de un espacio iberoamericano.

El español, con más de 450 millones de hablantes nativos, es un elemento primordial para la cohesión cultural, social y económica de Iberoamérica y un elemento geoestratégico de primer orden

El funcionamiento de esta Comunidad es relativamente autónomo, solo necesita un clima favorable que permita y fomente la ampliación de esa red de afectos e intereses que la constituyen. Ahí es donde entra la política en general, y dentro de la política, la Conferencia Iberoamericana y su máxima expresión, las Cumbres. En efecto, las Cumbres son una escenificación al máximo nivel político de esa Comunidad viva. Las instituciones iberoamericanas, empezando por las propias Cumbres y terminando por la SEGIB y por los distintos Organismos Iberoamericanos, están al servicio de la Comunidad, para que no decaiga su movimiento, para fomentar los contactos, la cooperación y la integración de las 22 sociedades que la conformamos, de los 650 millones que la habitamos.

Sin duda, el hilo conductor de esa Comunidad es la cultura. Como decía Carlos Fuentes, la cultura es la infraestructura de lo iberoamericano. Ahí hay probablemente una tarea que hacer, explicar qué es lo iberoamericano, una tarea que se ha impuesto la SEGIB como parte de su proceso de renovación. Dentro de ella, es preciso diseñar una presencia iberoamericana en EE.UU., país que cuenta con 55 millones de latinoamericanos. El estatus de la lengua española allí (EE.UU. será de facto, en los próximos años, un país bilingüe), dependerá también de las iniciativas que pongamos en marcha los países hispanohablantes desde nuestras políticas nacionales y desde nuestras instituciones iberoamericanas. La Conferencia Iberoamericana proporciona el marco y el instrumento necesario para tomar iniciativas en este ámbito.

El español, con más de 450 millones de hablantes nativos (solo por detrás del chino) y lengua oficial en 21 países, 19 de ellos (más Puerto Rico) con continuidad territorial, tiene un nivel de comunicatividad altísimo, que lo convierte en un elemento primordial para la cohesión cultural, social y económica de Iberoamérica y en un elemento geoestratégico de primer orden. Dentro del actual proceso de globalización, que está cambiando el centro del mundo del Atlántico al Pacífico y nos conduce hacia un protagonismo creciente de Asia y en particular de China en los destinos del planeta, la idea de construir un espacio económico y político conjunto entre Europa y América tiene un evidente atractivo. Y la Comunidad Iberoamericana, con un pie en cada lado del Atlántico, podría contribuir positivamente a la construcción de ese espacio. El lanzamiento de la negociación entre Estados Unidos y la Unión Europea de un tratado de libre comercio abre campo para considerar esta hipótesis. Si esas negociaciones llegan a buen puerto y, al tiempo, renovamos esfuerzos para dar un impulso final a las negociaciones de la UE con Mercosur, el resultado sería un espacio euroamericano basado en una red de acuerdos políticos, de comercio y desarrollo que permitirían hablar, sin demasiada licencia, de un bloque occidental en el mundo globalizado de hoy, donde los grandes grupos político-estratégicos se están articulando en torno a grandes comunidades culturales. En un escenario como éste, la Comunidad Iberoamericana estaría llamada, sin duda, a jugar un papel importante.

Muy vinculada a la cultura como eje vertebrador de lo iberoamericano, la educación constituye un elemento esencial de esta comunidad y al mismo tiempo un camino hacia el futuro. Todo lo dicho hasta aquí sobre lengua y cultura comunes favorece un gran proyecto educativo iberoamericano. Este proyecto podría articularse en torno a dos pilares, la movilidad de talentos y la transferencia de conocimientos.

La movilidad de talentos demanda la transferencia de profesionales de donde son excedentarios a donde son deficitarios y su puesta en práctica exige la remoción de obstáculos de tipo administrativo (homologación de títulos), corporativo (colegios profesionales) y migratorio (visados) para que ingenieros, arquitectos, médicos, profesores, etc., puedan circular libremente por el espacio iberoamericano.

La educación constituye un elemento esencial de la Comunidad Iberoamericana y al mismo tiempo un camino hacia el futuro

La transferencia de conocimientos precisa además de programas y proyectos específicos de movilidad de estudiantes y profesores, de cooperación en el ámbito de la investigación y de la transferencia de tecnología que permita avanzar hacia un mercado iberoamericano del conocimiento.

Edmundo O’Gorman, notable historiador mexicano, sostuvo, con buenos argumentos, que América no fue descubierta, sino inventada. Podríamos decir lo mismo de Iberoamérica, no ya como Comunidad, que nos pre-existe a todos, sino como proyecto político basado en la cultura, en la educación y en la cooperación entre los Estados miembros. La renovación del sistema iberoamericano sobre el que estamos trabajando todos los países de la Conferencia nos ayudará a hacer de esta invención una realidad.

Jesús Manuel Gracia
Secretario de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica
Secretario de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica. Es diplomático de carrera, licenciado en Derecho y Filología Hispánica. Tiene una amplia experiencia en Iberoamérica y en la cooperación internacional para el desarrollo. Ha sido Embajador de España en Cuba y ha desempeñado la Segunda Jefatura de la Embajada de España en Buenos Aires; antes había sido Consejero de Cooperación Técnica en la Embajada de España en Costa Rica, con responsabilidad en Centroamérica y Caribe. En España, ha sido Director General del Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI) y Secretario General de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI). Desde enero de 2012, es Secretario de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica.

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