Gestión de la influencia: inteligencia y asuntos públicos
Empecemos aclarando que en la mayoría de las legislaciones nacionales en América, Europa y en otros muchos países de casi todos los continentes, se reconoce de una forma u otra, la legitimidad que empresas y organizaciones tienen a la hora de defender, de un modo abierto y transparente, sus intereses ante cualquier proceso de carácter legislativo o normativo.
Es más, son estos procesos de diálogo y participación los que, gracias a un buen conocimiento de la realidad social y económica que pretende regularse, ayudan a una mejora de la eficacia legislativa. No confundir, por lo tanto, con comportamientos ilícitos que, aprovechando situaciones de prevalencia, pretenden la captura privada de recursos públicos, algo prohibido igualmente por los códigos penales de los mismos países que permiten y reconocen, con sus límites, el denominado lobby o cabildeo, el cual, con su profesionalización de forma abierta y transparente, viene llamándose, gestión de los asuntos públicos o Public Affairs.
Tanto el análisis de inteligencia como la actividad de asuntos públicos o cabildeo son disciplinas escasamente conocidas
Sin embargo, tanto el análisis de inteligencia como la actividad de asuntos públicos o cabildeo son disciplinas escasamente conocidas por las organizaciones de nuestro entorno, aunque ambas comienzan a ser imprescindibles en cualquier proceso de planificación estratégica.
Para influir legítimamente sobre el proceso de creación de una norma, ya sea en el Legislativo o en el Ejecutivo, que afecta de un modo directo o indirecto a las actividades de una organización, se requiere, sobre todo, información y capacidad de anticipación.
Cuanto más tarde se llegue al proceso de toma de decisiones, más complejo será influir sobre una legislación concreta. Por ello, la monitorización y el trabajo de inteligencia que permite el análisis continuo del contexto social y político son herramientas básicas de la gestión de los asuntos públicos. El análisis de inteligencia nos permite sistematizar el modo de aproximación a la realidad, de comprenderla y nos facilita extraer conclusiones relevantes y de forma anticipada.
La inteligencia aplicada a los negocios nos permitirá determinar significados y alertar de forma temprana de los posibles riesgos u oportunidades regulatorias que un determinado contexto político puede tener para nuestra organización.
En muchas ocasiones, tendemos a dejarnos llevar por “conclusiones naturales” que parten de la experiencia, de la propia intuición o de la extrapolación de otros casos. Sin embargo, en entornos complejos y de cambio acelerado, la experiencia no es suficiente. Necesitamos una investigación adecuada y un correcto análisis para observar las verdaderas causas y consecuencias de los acontecimientos puntuales y dispersos.
Conocer el potencial de influencia de una organización, su capacidad real de influir, solo o junto a intereses coincidentes, es también una de las claves de una buena práctica de los asuntos públicos. Es necesario analizar desde fuera de la organización su grado de notoriedad, el conocimiento y la valoración que de ella se tiene, así como su nivel de credibilidad para el asunto o asuntos sobre los que pretendemos ejercer influencia. En este caso, el ejercicio de inteligencia, requiere estudiar a la propia organización, sus puntos fuertes y sus debilidades, con la misma distancia con la que estudiamos el contexto y al resto de los actores.
Ya en la fase de planificación, una buena identificación del mapa de influencia sobre el que intervenir, es el siguiente proceso que requiere aplicar las técnicas avanzadas de inteligencia. ¿Es suficiente con identificar los actores formales de un proceso de decisión? ¿Cuántos “influenciadores”, personas claves más o menos en la sombra, van a intervenir y en qué grados de influencia en el proceso que nos afecta? ¿Qué opiniones formales expresaron sobre los temas que nos afectan? Pero, sobre todo, ¿qué opiniones informales se produjeron? Sin responder adecuadamente a estas preguntas, que requiere información blanda, informal y de calidad, nuestra estrategia estará dando “palos de ciego”.
Una buena práctica de gestión de la influencia por parte de una empresa u organización, económica o social, requiere de un discurso que reconozca entre los legítimos intereses que cada actor puede y debe representar, aquellos que deben ser su límite, pero también parte de su aspiración, como es la defensa del interés general. No hay ejercicio de influencia que no contemple el interés de todos, como parte de mi propio y legítimo interés. Sin este ejercicio de aproximación de posiciones no hay diálogo posible con autoridades y responsables públicos. Ellos, se deben única y exclusivamente a la defensa de lo que nos es común.
La influencia, que parte de un buen ejercicio de inteligencia, es siempre una construcción de relaciones en donde lo privado y público aspiran a ganar legítimamente y a la vez. Es una conversación respetuosa e inteligente con el entorno económico, político y social, sin renunciar a los intereses que se representa, pero haciéndolos coincidir con el interés de todos.
Las más modernas técnicas de inteligencia aplicadas por Gobiernos y grandes corporaciones a la seguridad, la defensa nacional, los intereses estratégicos y geopolíticos, están llegando a las empresas en forma de inteligencia corporativa, aplicada a la toma de decisiones y a los legítimos procesos de diálogo entre corporaciones privadas e intereses y necesidades públicas.
La influencia, que parte de un buen ejercicio de inteligencia, es siempre una construcción de relaciones en donde lo privado y público aspiran a ganar legítimamente y a la vez
La mayor complejidad de nuestros entornos económicos, el acelerado ritmo de transformación de nuestras sociedades, exigió de la inteligencia clásica al servicio de intereses nacionales su transformación mediante nuevos paradigmas científicos que dejasen de lado la linealidad secuencial del pensamiento clásico, y aportasen luz sobre multitud de acontecimientos difusos y contradictorios, igualmente determinantes de nuestro entorno.
Esta misma complejidad es la que rodea a los nuevos procesos de producción de organizaciones y empresas, y requiere también de respuestas sofisticadas a través de las más avanzadas técnicas de inteligencia política y económica, de análisis de riesgos y, sobre todo, de procesos eficientes de construcción de ese dialogo con las autoridades públicas que hemos venido en llamar asuntos públicos, cabildeo o simplemente gestión de la influencia.