Creatividad, motor de nuestra evolución personal
Desde el mismo momento de nuestro nacimiento comenzamos a desarrollar la creatividad, aunque sea sólo un acto reflejo por sobrevivir en un mundo desconocido y hostil luego de estar nueve meses en el vientre materno. Es esa creatividad la que nos hace comunicarnos para pedir comida, para hacer saber al universo que algo nos está doliendo o para pedir la atención de algún mayor. En los primeros meses esa virtud creativa se manifiesta a través del llanto.
Ya entrados en los primeros años educativos y durante todo el proceso escolar utilizamos la creatividad para estudiar, hacer amigos, generar juegos, interactuar con los compañeros y hasta para buscar excusas cuando se llega muy justo a un examen.
Luego vienen los años de altos estudios, desarrollo laboral y diseño de proyectos de vida. Desde mi punto de vista es en esta etapa donde se adquiere verdadera conciencia de lo que implica ser creativo ya que uno se encuentra frente a frente con realidades que no están contenidas bajo ningún formato y donde el camino se va desarrollando en base a decisiones que se toman casi de manera automática.
En la adultez, se suele decir que debemos ser creativos para encontrar nuevos caminos, superar inconvenientes, desarrollar proyectos y hasta para ser mejores personas. Seguramente es en esta última instancia donde la creatividad debería ayudarnos en la evolución personal. Es aquí donde me quiero detener para profundizar sobre el concepto de creatividad que he desarrollado a lo largo de mis 53 años.
La creatividad es una virtud que tenemos todos y que se desarrolla en la medida que la ejercitamos.
De pequeño, y hasta de adolescente mayor, pensé que la creatividad era propiedad exclusiva de un grupo selecto integrado por artistas y personas que trabajaban en agencias de publicidad; el resto de los mortales estábamos excluidos de ese gran mito que era crear.
Con el paso del tiempo y ante diferentes situaciones que se han presentado en la vida personal y profesional entendí que la creatividad es una virtud que tenemos todos y que se desarrolla en la medida que la ejercitamos. Por lo tanto se derribó el mito de que era exclusivo para un grupo selecto de personas.
La creatividad me impulsó a caminar por senderos que siempre soñé y fue un motor fundamental para evolucionar en el rol de hijo, hermano, amigo, marido, padre, compañero, comunicador y profesional. Fue en los procesos creativos donde pude abrir nuevas puertas y concretar expectativas que veía muy lejanas y hasta ajenas.
En mi experiencia, la creatividad se debe ejercitar todos los días, aunque no siempre -al menos en mi caso- los resultados se hacen presente a diario. Al principio pensaba que había que generar los espacios para bajar las revoluciones de la actividad cotidiana y dedicar tiempo para pensar y ser creativos. Confieso que fracasé rotundamente; en mi caso no funciona así.
Hoy, me encuentro con la creatividad cuando hago actividades que me gustan, que disfruto, que me proyectan a algo diferente; por ejemplo: compartiendo con familia y amigos, conduciendo, nadando, buscando nuevas fronteras, trabajando, liderando y aportando en equipos, cocinando y ejerciendo el ocio. Son ámbitos que recomiendo con total énfasis.
En tanto, la admiración también me resulta fundamental a la hora de encontrar creatividad. Por ejemplo, en la admiración a personas, situaciones o paisajes puedo descubrir caminos creativos que me hacen encontrar perspectivas diferentes a la rutina cotidiana; sin necesidad de que exista algún problema a resolver. En este sentido, siempre admiré a los emprendedores, quienes parecen tener la creatividad en los bolsillos y la despliegan con total libertad en cada paso que dan.
Por otra parte, aquellos que son grandes lectores, sostienen que en las líneas de los libros que absorben casi de manera sistemática encuentran el espacio creativo que en mi caso aparece en las actividades arriba detalladas. Como verán, no existe una única forma de ingresar y atravesar un proceso creativo.
El ecosistema socioeconómico en el que habita cada uno de nosotros es un gran condicionante de cuán creativos debemos, o podemos, ser.
Por último, es el contexto el que también condiciona a una mayor o menor creatividad. El ecosistema socioeconómico en el que habita cada uno de nosotros es un gran condicionante de cuán creativos debemos, o podemos, ser. Las situaciones personales, sumadas a las ganas de explorar otras experiencias, serán quienes marquen -en líneas generales- cuán creativo es cada uno.
Ahora sí, finalizando mi punto de vista, la creatividad es un sano motor para evolucionar como personas. Nos debería ayudar a ser una sociedad mejor, más justa y a generar un abanico de oportunidades para cada ciudadano.