Una colaboración imprescindible
Hace algo más de dos años, la sociedad española tuvo que afrontar un desafío sin precedentes en su historia reciente. La pandemia de la COVID-19 nos golpeó con dureza, arrebató decenas de miles de vidas y para buena parte de la población supuso una parálisis en sus proyectos personales y profesionales.
Ninguna de las generaciones que conviven en España se habían enfrentado a una situación como esta, y sin embargo supimos afrontarlo mediante un ejercicio de responsabilidad y solidaridad encomiable. Porque lo hicimos unidos y plenamente conscientes de que la palabra “crisis” evoca tanto el riesgo como la oportunidad para hacer las cosas de manera diferente. Para hacerlas mejor.
La experiencia de la década anterior nos había demostrado que era posible. España llegó hasta 2020 habiendo superado una dura prueba que comenzó en 2008, con el desplome del sector financiero en el todo el mundo. Dos años después, en 2010, la incertidumbre disparaba los costes asociados a la deuda pública y, por primera vez, se cuestionaba la sostenibilidad del euro.
En ambos casos, España fue uno de los países más castigados por una tormenta económica que destruyó millones de empleos y cientos de miles de empresas. Desde entonces, emprendimos un camino largo y difícil, de renuncias y aciertos, pero en el que también aprendimos una valiosa lección: juntos somos más fuertes. Sumar es avanzar.
Sería ingenuo pensar que la salida de aquella crisis fue mérito de los gobiernos, cuando la colaboración, el diálogo y la disposición a alcanzar acuerdos que desembocaran en la mejora del bien común fue el verdadero pilar que nos ayudó a sustentar la recuperación. El mejor ejemplo fueron los acuerdos entre interlocutores sociales que permitieron salvar puestos de trabajo y empresas, y resultaron ser clave para que España recuperara la confianza de sus vecinos europeos.
La llegada de la pandemia nos reafirmó en esta idea de la necesidad del diálogo, la coordinación y, sobre todo, de la capacidad transformadora de la colaboración público-privada.
Así, mientras que la respuesta de la sociedad civil española fue ejemplar desde el primer momento, las empresas, en un ejercicio de responsabilidad, estuvieron a la altura a la hora de alcanzar espacios de consenso con la Administración y verter su vocación solidaria al servicio de las personas. La Fundación CEOE conocía la tarea que tenía por delante y dio un paso al frente para canalizar esa solidaridad empresarial y los distintos niveles de la administración.
Por ello, en el mismo mes de marzo de 2020, activamos el programa Empresas Que Ayudan, y más tarde el Plan Sumamos. Salud + Economía, los dos ejes con los que construimos un cauce para que todas las iniciativas impulsadas por las empresas, autónomos, pymes y grandes compañías, pudieran llegar a la sociedad.
Primero, trasladando ayuda material y económica a los colectivos más necesitados durante los peores meses del confinamiento y, después, ayudando en labores de testeo y vacunación.
Los fondos europeos para la recuperación se han convertido para la UE y en especial para España en la clave de bóveda para la transformación de nuestra economía.
Solo en el marco del Plan Sumamos se movilizó a más de 25.000 empresas y benefició directamente a más de un millón de personas. Algo que no hubiera sido posible sin los convenios de colaboración con el Gobierno central y 14 comunidades autónomas, que suman el 95 % de la población española.
Pero, del mismo modo que decía que la crisis lleva aparejados riegos y oportunidades, esta pandemia supuso la activación de una respuesta europea también sin precedentes. Los fondos europeos para la recuperación se han convertido para la UE y en especial para España en la clave de bóveda para la transformación de nuestra economía. Ya no hablamos solo de salir de un bache económico sino de propiciar la economía del futuro que queremos. Más tecnológica, más sostenible, más inclusiva y productiva, para que los empleos que genere tengan mayor valor añadido y calidad.
De nuevo este reparto de fondos lleva aparejada la colaboración público-privada para su ejecución. Nuestro país dispone, por tanto, de 150.000 millones de euros para configurar su futuro a partir del trabajo conjunto de administraciones y empresas. Merece la pena estrechar esta forma de entendimiento en beneficio de todos.
España dispone de 150 000 millones de euros para configurar su futuro a partir del trabajo conjunto de administraciones y empresas. Merece la pena estrechar esta forma de entendimiento en beneficio de todos.
Entre tanto, no podemos olvidarnos de la trágica invasión de Ucrania por parte de Rusia. Y en este recuerdo, hemos reactivado desde la Fundación CEOE el mismo esquema de colaboración público-privada ante la necesidad de dar respuesta al desafío solidario que supone la emergencia humanitaria provocada por la guerra en Ucrania.
España quiere ayudar a los miles de familias desplazadas que llegan a nuestras fronteras, y las empresas tiene un papel destacado en este esfuerzo.
Pero no se trata de actuar solo ante situaciones de emergencia social y humanitaria. Se trata de hacer más. La sociedad civil quiere liderar su propio proceso de cambio, de transformación. El futuro de nuestro país pasa por atraer y retener a todo el talento, y por mejorar las competencias y la empleabilidad de los desempleados para conseguir empleos de calidad. Son metas que solo pueden alcanzarse si contamos con las empresas, y que revertirán en un impulso de la competitividad de la economía española y en la prosperidad de millones de negocios.
Retomando la idea inicial, como aprendimos en la crisis financiera, nos recordó la pandemia y ahora acaba por confirmar el conflicto bélico en Ucrania, todo aquello que debamos enfrentar o que queramos lograr, tendrá éxito y perdurará en el tiempo si se hace desde el diálogo y escuchando a todos, porque sumando todas las voluntades siempre multiplicamos por los españoles.