La gestión constante de las incertidumbres
El 95% de las empresas de todo tipo (multilatinas, multinacionales, familiares o pymes) así como la mayoría de los países (pensemos solo en los occidentales) tienen, como mínimo, una crisis que afecta a su imagen, su reputación y, en el primer caso, a la cuenta de resultados. La palabra crisis es la más repetida en la prensa económica de todo el mundo (muy especialmente en estos países occidentales y las llamadas economías emergentes) pero no ahora, como es obvio, sino siempre.
La gestión de la incertidumbre es por tanto la tónica habitual tanto de empresas como de gobiernos por mucho que se empeñen los altos directivos o los líderes políticos que a ellos no les ocurrirá gestionar en “tiempos revueltos”. Incluso les puede ocurrir, digámoslo de una forma muy coloquial, sin que tuvieran “la culpa” ya que factores externos pueden incidir en comportamientos internos.
Lo malo, que lo es, no es tanto saber que los años venideros seguirán protagonizados por la convivencia inseparable con la incertidumbre, sino que además quienes tienen que tomar las últimas decisiones, que a veces son las únicas, no están preparados.
La dicotomía entre el populismo y la rigidez tecnocrática a uno y otro lado del “charco” tiene el cortoplacismo como eje fundamental y, por tanto, éxitos tan relativos que, tarde o temprano, terminan en fracaso. El cortoplacismo es el enemigo número “UNO” de la estrategia de la misma forma que muchos líderes, políticos y empresariales, confunden estrategia con una serie de acciones.
La falta de transparencia que a veces exigimos a los gobernantes la deberíamos solicitar también a los líderes empresariales porque en épocas de incertidumbre, el silencio no sólo es rentable sino que da mucho que hablar
La confianza es lo más sagrado entre personas e instituciones suponiendo que el término pudiera sacralizarse. La confianza en uno mismo, en los mercados, en las empresas o en los países sería el primer secreto del éxito en épocas de incertidumbre y es precisamente un mal endémico que azota la toma de decisiones. Oímos con frecuencia que “crisis es igual a oportunidad” y digo que es una absoluta tontería porque para generar oportunidades no es necesario pasar por una crisis.
Si diseccionáramos el acrónimo CRISIS en C de confianza, R de responsabilidad, I de inteligencia, S de seguridad, I de iniciativa y S de serenidad tendríamos las principales carencias de muchos, no todos, líderes carismáticos que gobiernan países o empresas. Si de todas ellas nos centráramos solo en el término confianza observaríamos la falta de preparación y de prevención en términos de estrategia. Prevenir significa no dejar la gestión, política o empresarial, a la improvisación y menos aún a las ideas brillantes del momento sin un análisis previo. En definitiva, gestionar confianza supone recapacitar sobre el modelo de empresa o de país o de institución de forma continuada, sin precipitaciones, buscando siempre soluciones y no culpabilidades y mirando siempre a largo por mucho que nos apriete la realidad “a corto”.
La pérdida de confianza no es una entelequia. Es tangible. La falta de transparencia que a veces exigimos a los gobernantes, de aquí y de allí, ayer hoy y, seguramente, mañana, la deberíamos solicitar también a los líderes empresariales porque, no lo olvidemos, en épocas de incertidumbre, el silencio no sólo no es rentable sino que da mucho que hablar.
Me atrevería a afirmar que aquellos gobiernos, países y empresas que no saben comunicar, poco o nada influyen en las tomas de decisiones. Las deficientes políticas de comunicación e, incluso, la comunicación entendida como “mal menor” es garantía, tarde o temprano, de fracaso político o empresarial. Las estrategias de comunicación son herramientas muy poderosas en épocas de incertidumbre y como saben los lectores de UNO que nadie confunda comunicación con propaganda y mucho menos con salir bien en los medios de comunicación. En épocas como las presentes es más rentable invertir en comunicación que gestionar las consecuencias, políticas o empresariales, de una nula o pésima estrategia comunicacional.
Los años venideros seguirán protagonizados por la convivencia inseparable con la incertidumbre y quienes tienen que tomar decisiones no están preparados
La situación actual es real, cierto, pero también tiene mucho de sicológico y debemos hacer, desde la empresa y desde la política, un análisis de conciencia riguroso para saber exactamente lo que nos afecta de forma real y separarlo de los miedos, temores y sospechas. El “conócete a ti mismo” que decían los clásicos es más necesario que nunca y esa confianza que pedimos a los demás es la que tenemos que ofrecer en nuestros entornos cercanos. El tiempo apremia. No esperemos que la solución a nuestros problemas venga del “papá estado”, ni de los gobiernos o de la divina providencia. La lentitud que han mostrado algunos dirigentes, motivada por la falta de estrategia, debe contrarrestarse con la rapidez que debemos tener cada uno de nosotros para estar convencidos que podemos confiar en nuestras posibilidades y que tanto en tiempos de crisis como de bonanza son siempre mayores que las tendencias pesimistas que nos recuerdan día sí y día también los mercados, los medios de comunicación e, incluso, nuestros familiares y amigos.