El Estado de Bienestar, ¿un bien sostenible?
Aseguran los expertos que nos encontramos ante una de las mayores crisis de las últimas décadas. Así es como la perciben los ciudadanos y así es como la percibimos también los empresarios. Algunos hemos vivido crisis sectoriales profundas, otros crisis en determinados mercados o centradas en algún país, pero ninguna de las vividas en los últimos tiempos ha sido tan global y profunda como ésta.
La envergadura de la actual recesión global es tan importante que, por primera vez, nos hemos visto obligados a plantear cambios estructurales y conceptuales en los modelos de funcionamiento, tanto empresariales como sociales.
Uno de ellos –y uno de los más polémicos y de más calado social– es el debate sobre el Estado de Bienestar. O mejor dicho, sobre cómo gestionarlo y si se puede mantener –y hasta qué niveles–.
La universalidad de la protección social, especialmente en el ámbito sanitario, debería ser un hito intocable en el que no nos podemos permitir dar ni un paso atrás
En una situación como la que vivimos es normal que aparezcan voces cuestionando todo lo actual: el modelo, las estructuras sociales, los sistemas de organización, los derechos, los deberes… Pero pocas de ellas aportan opciones sólidas sobre cómo seguir manteniendo este bien tan preciado como es la protección social.
No es un tema baladí: modificar o reducir el Estado de Bienestar actual significa crear un modelo de sociedad totalmente diferente al actual, con unos valores y normas de convivencia totalmente distintos a los actuales. La universalidad de la protección social, especialmente en el ámbito sanitario, debería ser un hito intocable en el que no nos podemos permitir dar ni un paso atrás.
No es, pero, un debate sencillo. A nadie se le escapa que el concepto Estado de Bienestar ha ido evolucionando con el tiempo, del mismo modo que han ido evolucionando los conceptos de salud y de bienestar. Pero ¿aquello que es realmente irrenunciable debe depender exclusivamente de una situación económica o es necesario aprovechar la actual coyuntura para plantear un debate serio y profundo sobre qué debe y qué no debe cubrir el Estado de Bienestar, independientemente del momento económico?
¡Cuántas veces hemos oído la frase sobre que las generaciones de jóvenes actuales serán las primeras que tendrán un status peor que la de sus padres! Ya lo tenemos asumido, pero sería inaceptable que tuvieran que asumir también que no podrán disfrutar del mismo Estado de Bienestar, o protección social, que las generaciones anteriores.
En el caso de la Salud, uno de los pilares del Estado de Bienestar, además, las innovaciones son cada vez más rápidas y eficaces. Los descubrimientos biomédicos se suceden cada día a una velocidad de vértigo. No sólo nos aportan más salud, sino que además nos la hacen más accesible. Y, sin embargo, no hemos sido capaces de crear las estructuras necesarias para asumirlas e incorporarlas en nuestra sociedad de forma eficiente. El abordaje genético de las enfermedades, es un ejemplo claro. No podemos poner barreras a esta evolución, porque el conocimiento es global. Las empresas sanitarias han asumido esta globalidad y están cada vez más internacionalizadas.
Es necesario introducir reformas profundas que aporten eficiencia para seguir disfrutando de una cobertura universal y duradera en el tiempo
Es un proceso imparable e irrenunciable. Lo que nos devuelve a la cuestión sobre la sostenibilidad del Estado de Bienestar.
Para hacerlo sostenible es necesario modificar el sistema, introducir reformas profundas que aporten eficiencia como paso imprescindible para seguir disfrutando de una cobertura universal y duradera en el tiempo.
No hay nada más antisocial –y más en situaciones como la actual– que mantener ineficiencias en los sistemas y, por ese motivo, debemos introducir todos los cambios necesarios en aras a poder mantener el estatus de protección social actual.
Las empresas sanitarias tenemos un papel muy importante a jugar en ese ámbito. Debemos estar al lado de la Administración –si nos dejan– para proponer fórmulas de colaboración y de gestión que hagan al sistema global más eficiente, liberando recursos mal empleados y asignando los existentes en aquello realmente necesario.
Existen multitud de experiencias que han ayudado a mejorar la sostenibilidad de modelos sanitarios y debemos aprender de ellas. Un país tan reacio a los cambios bruscos como el Reino Unido, por ejemplo, ha introducido en el National Health Service formas pioneras de colaboración público-privado con grandes resultados.
Es el camino a seguir también en nuestro país, pero para ello hace falta liderazgo y líneas de actuación claras y firmeza en el momento de aplicarlas… además de capacidad para comunicar los cambios y sus beneficios.