El poder blando: la nueva diplomacia colombiana
Por muchos años, Colombia estuvo condenada a repetir una historia atravesada por la sangre de centenares de víctimas que padecieron los efectos de la violencia, el narcotráfico y la criminalidad rampante. Hoy, nuestro país ha logrado reinventarse y nutriéndose de esa creatividad macondiana que el Premio Nobel García Márquez describió con maestría, Colombia está inmersa en un círculo virtuoso. Las agencias internacionales aplauden los esfuerzos en materia de crecimiento y seguridad a la inversión; la apuesta del Gobierno por reducir la desigualdad ha permitido sacar más de 2.5 millones de compatriotas de la pobreza extrema; la inflación decrece mientras la tasa de empleo aumenta; nuestras instituciones han demostrado ser lo suficientemente robustas para hacer frente a los avatares del día a día político y la decisión del Presidente Juan Manuel Santos de buscar la paz son solo algunos ejemplos del buen momento que vive nuestro país. Estas transformaciones positivas han contribuido de manera notoria a un cambio en la percepción del país en el exterior.
Hoy, nuestro país ha logrado reinventarse y nutriéndose de esa creatividad macondiana que el Premio Nobel García Márquez describió con maestría, Colombia está inmersa en un círculo virtuoso
Iniciamos con una convulsa década en los años 90s en materia de orden público. Paradójicamente, mientras las bombas del narcotráfico estallaban, un puñado de jóvenes idealistas creímos que con una nueva Constitución se lograrían las primeras transformaciones políticas para una Colombia post-moderna. El país dio importantes pasos evolutivos para su sistema democrático y político. La sociedad plural que se reconoció en ese momento le ha permitido a nuestro país estimular un vibrante debate de ideas y posiciones, que se han traducido en una capacidad efectiva de reforma. Una sociedad que empezó a reconocer sus potencialidades, a desarrollarse libremente, a ser consciente de sus derechos y a estar siempre a la vanguardia para defenderlos, fortalecerlos y ampliarlos.
En la primera década del siglo XXI vivimos un proceso en el que el país empezó a recobrar la confianza en sí mismo. Atrás quedaron las largas crisis en las que muchos pensaron en la no viabilidad del país. Se recobró el control del territorio, la presencia del Estado en grandes extensiones territoriales y se empezó un ciclo de crecimiento económico constante que es el salto de un país inviable a un país promisorio como lo llamó una popular publicación.
Este ciclo de recuperación se ha vivido en España de manera muy especial. Como es natural, los grandes vínculos históricos y culturales han animado a muchísimos compatriotas a elegir a España como lugar de residencia. Esta comunidad con determinación, honestidad y trabajo construyó su espacio dentro de la sociedad española y hoy son reconocidos como socios potenciales y laboriosos trabajadores.
Esta sociedad colombiana en crecimiento en lo cultural, en lo político, en lo económico y demás ámbitos se vuelve en un generador de buenas noticias, de triunfos, de oportunidades y en general de atracción de intereses hacia elementos positivos. El soft power o poder blando de Colombia empieza a irrumpir en escena con mayor fuerza. Este poder blando que hace parte de la denominada “Nueva Diplomacia Pública” está estrechamente ligado con la sinergia entre la situación interna de Colombia con el exterior.
A las imágenes tradicionales del inmortal Gabriel García Márquez y Juan Valdez, embajador por excelencia del café colombiano, se empiezan a sumar los goles de Falcao o de Bacca en Sevilla que han puesto a vibrar a más de un español; los escarabajos colombianos animan el ciclismo europeo y hacen soñar con los macizos y majestuosos Andes; Santiago Giraldo, Roberto Farah y Juan Sebastián Cabal reafirmaron ser promisorios jóvenes del deporte blanco en el Masters de Madrid o el ATP de Barcelona; las canciones de Juanes, Vives y el baile de caderas de Shakira han demostrado que en Colombia el talento y la creatividad abundan y por no ir más lejos, las nubes de compradores de café Nespresso que salen de las tiendas con sus bolsas adornadas con el sombrero aguadeño símbolo del caficultor colombiano, hacen que Colombia se posicione cada vez mejor en el mapa mental de millones de españoles y europeos.
La Colombia actual es una gran generadora de noticias positivas, los colombianos se están apropiando de su nación y la están haciendo sentir con fuerza en el exterior
La lengua española que muchos dicen que quedó muy preservada en el territorio colombiano ha sido sin lugar a duda otro de los motores del posicionamiento positivo de Colombia en el mundo. Colombia, el país de García Márquez, es el mismo territorio de Florentino Ariza y de Milagros la Bella que un día salió volando hacia el cielo. En un rincón aún desconocido fue donde casi fusilan al Coronel Aureliano Buendía o donde el genio Melquíades llegó cada año para mostrar los nuevos inventos de la ciencia. Es en esa Colombia de cuarenta y siete millones de compatriotas donde la magia y la realidad han coexistido llevando a muchos enamorados de la pluma de García Márquez a imaginar lo inimaginable. Pero la literatura colombiana no es sólo Macondo. Desde hace unas décadas, se empiezan a escuchar con fuerza una nueva generación de talentosos escritores que con su pluma narran la violencia desde la voz de las víctimas como es el caso del magistral escrito de Héctor Abad Faciolince “El olvido que seremos”. Santiago Gamboa narra sus vivencias en Madrid o París o Nueva Delhi en libros como “El síndrome de Ulises”; Juan Gabriel Vásquez reconstruye el pasado en novelas como “Historia secreta de Costaguana” o “El ruido de las cosas al caer” y Jorge Franco habla de su natal Medellín en “El mundo de afuera”, una novela reconocida con el Premio Alfaguara de Novela. Como diría García Márquez, en Colombia ya hay un abanico de autores preparados para asumir el timón de una nueva generación de las letras colombianas.
La Colombia actual es una gran generadora de noticias positivas, los colombianos se están apropiando de su nación y la están haciendo sentir con fuerza en el exterior. La Colombia del futuro próximo, la Colombia del post-conflicto, la Colombia en paz que es capaz de reconstruir sobre lo arrasado y de sanar sus heridas apostándole a iniciativas de paz y reconciliación como la del municipio de El Salado, será una fuente inagotable de poder blando de nueva Diplomacia Pública, de talento y de optimismo. Una Colombia que desde las letras, las aulas, la pintura, la música y el deporte es capaz de repensarse y reflexionar sobre su pasado, presente y futuro en paz.
Seguiremos construyendo el futuro afincado en la confianza, la creatividad y la innovación que nuestra cultura transmite hoy al mundo global.