Reflexiones tras la II Cumbre UE-Celac de Bruselas
Los pasados días 10 y 11 de junio se celebró en Bruselas la II Cumbre UE-Celac (la VIII EU-AL), que perseguía el objetivo, como es sabido desde la creación del Mecanismo de las Cumbres en 1999, por el que se superaba el Diálogo Político Ministerial de San José y con el Grupo de Río, de constituir una verdadera Asociación Estratégica entre ambas regiones. Esta Cumbre, como es habitual, fue acompañada de una renovación del Plan de Acción UE-Celac y de una declaración que llevó por título “Una Asociación para las próximas generaciones”.
La cumbre anterior se celebró en Santiago de Chile en enero de 2013. Desde esa fecha sucedieron muchas e importantes cosas en ambas regiones.
En la Unión se celebraron las elecciones al Parlamento Europeo en 2014, tras las que se constituyó una nueva Comisión, encabezada por Jean Claude Juncker. Donald Tusk sustituyó a Herman Van Rompuy como presidente estable del Consejo Europeo y Federica Mogherini a Catherine Ashton, como alta representante de la Política Exterior y de Seguridad Común y vicepresidenta de la Comisión.
En las elecciones, el proyecto de construcción europea se examinó de la crisis más profunda que había vivido desde su fundación en 1957 y su resultado es conocido: aunque el Parlamento no se ha convertido, como decía Garton Ash “en una caja de cristal llena de gente tirando piedras desde dentro”, es evidente que representantes de partidos euroescépticos, eurófobos, xenófobos, o radicales de derechas o izquierdas se sientan ya y, de forma creciente, en los escaños del Parlamento de Estrasburgo.
Europa ha vivido en los últimos años intentando sortear la crisis y centrada fundamentalmente en sus proyectos globales de consolidación, un poco como en el mito de Narciso, ensimismada en la contemplación de sus propios problemas. Poniendo el acento en la dimensión interna de su Proyecto: Mercado Interior y Unión Económica y Monetaria, intentando superar las carencias existentes, buscando la salida del laberinto griego, avanzando en la Unión Bancaria y Fiscal, para recuperar la senda del crecimiento sostenido y de la creación de empleo.
Todo esto se ha traducido en las Orientaciones Políticas presentadas por Juncker, con carácter previo a su investidura por el Parlamento Europeo, donde planteó una Agenda en materia de empleo, crecimiento, equidad y cambio democrático, subrayando las ventajas que comporta el mercado interior y lanzando, como medida estrella, un Plan de Inversiones por importe de 315 000 millones de euros.
Es evidente que el resultado de las elecciones del 7 de mayo en el Reino Unido constituye un factor determinante sobre el futuro de la UE.
En el ámbito bilateral, se ha dado impulso a toda una serie de propuestas tras haberse completado el Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y América Central
La dimensión externa del proyecto, partiendo de la base de que no habrá nuevas ampliaciones en los próximos 5 años, ha venido condicionada por los desafíos que plantea la Política de Vecindad, tanto septentrional –con la fallida Cumbre de Vilnius–, como meridional –donde la primavera árabe ha florecido sólo en Túnez y no sin dificultades, como hemos visto en el atentado del Museo del Bardo, y donde subsisten gravísimos problemas en Libia, Siria, Níger, Nigeria, Yemen, Egipto, Afganistán, Irak, Kenia, etc.
La prioridad en el ámbito de las negociaciones comerciales ha venido centrada en el ambicioso Acuerdo de Comercio e Inversión (TTIP) entre la UE y los EE. UU., aunque la Unión Europea ha negociado, se encuentra negociando o en conversaciones con vistas a concluir Acuerdos de la misma naturaleza con Corea del Sur, Canadá, Japón, Australia, Nueva Zelanda, África del Sur, Malasia, Tailandia, Vietnam, Ucrania, Marruecos, Túnez, Jordania, Egipto, etc.
Por su parte, América Latina, donde algunos de sus países habían venido liderando hasta hace poco, junto a algunos países asiáticos, el crecimiento económico mundial gracias, entre otros, al auge del precio de las materias primas, parece que se encuentra inmersa en un cambio de ciclo, con una cierta ralentización económica.
No es ajeno a esta situación el momento que se encuentra viviendo Brasil, sexta economía mundial, cuyo modelo está dando claros síntomas de agotamiento. Brasil estuvo al borde de la recesión el año pasado, cuando sólo creció al 0.1 % y se produjo un descenso de casi el 5 % de las inversiones, así como una importante depreciación de su moneda que repercute directamente sobre sus socios del Mercosur.
Asimismo, el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los EE. UU., en diciembre de 2014, ha revitalizado las Cumbres Hemisféricas con la celebración en Panamá de la 7ª Cumbre de las Américas en la que, por primera vez, participó Cuba, sin que ello signifique, por otro lado, la inacción de las distintas instancias regionales (Celac, Mercosur; Unasur, Alianza Del Pacífico, Sieca, etc.).
Va a ser muy interesante constatar, como apuntaba recientemente un oportuno análisis de LLORENTE & CUENCA, si esta apuesta de la Administración Obama va a permitir a los EE. UU. recuperar la cuota que ha perdido en el comercio con la región, que ha caído del 53 % al 35 % entre el año 2000 y el 2013, y que coincide con un aumento espectacular de China en la región.
En otro orden de cosas, el fallecimiento de Hugo Chávez, la crisis de Venezuela, el proceso de paz en Colombia y las elecciones presidenciales en Argentina, son hechos relevantes que, de una u otra forma, han estado presentes en la Cumbre de Bruselas.
Ante este contexto, ¿cuáles han sido los avances concretos, tangibles, contantes y sonantes que se han producido en la Cumbre de Bruselas?
En el ámbito bilateral, se ha dado impulso a toda una serie de propuestas tras haberse completado el Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y América Central, que está en vigor y que supone el primer Acuerdo de Asociación con su componente de liberalización progresiva y recíproca de intercambios entre dos bloques regionales. Al mismo tiempo, se ha incorporado Ecuador al Acuerdo Multipartes Perú-Colombia, y se ha formalizado la exoneración del régimen de visados a los ciudadanos de Perú y Colombia, que gozan de un acuerdo de primera división con la UE y que se han visto discriminados injustamente con respecto a otros ciudadanos del subcontinente que no disfrutan de un vínculo institucional de esa naturaleza.
La UE ha continuado sus contactos, en el marco de la Posición Común del Consejo, con vistas a la conclusión de un Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación con Cuba.
Se ha dado también un impulso a la renovación, modernización y puesta al día de los Acuerdos de Asociación con Chile y México. Desde la Cumbre de Santiago se ha perdido un tiempo precioso y la negociación con los EE. UU. no debería ser una excusa para que la UE llegara tarde a beneficiarse de las ventajas que, comportarían para el sector empresarial de nuestro continente, las reformas constitucionales que están produciéndose en ambos países y, particularmente, por su alcance y dimensión, en México, como se pudo constatar en la Cumbre Iberoamericana de Veracruz. Es evidente que ambos procesos son compatibles y complementarios.
En relación con el Mercosur, se ha valorado la oportunidad de concluir, de una vez por todas, un ambicioso y equilibrado acuerdo entre la UE y el Mercosur, con la fijación de fechas, para la presentación de una oferta negociadora que mejore la del 2004.
Otros aspectos donde se han producido avances son los ámbitos de investigación e innovación y de cooperación académica con los proyectos Erasmus Plus y Curie.
Hoy, la UE, a pesar de la crisis, sigue siendo el mayor mercado del mundo en términos de poder adquisitivo, exportaciones e importaciones de bienes y servicios, así como en volumen de emisión y recepción de Inversión Extranjera Directa. La Inversión Directa de la UE en América Latina es superior a su equivalente en Japón, Rusia, China e India juntas.
El comercio con la región se ha duplicado en la última década, habiendo conseguido mantener la UE su participación en el mercado global de exportaciones en torno al 20 %, a pesar del auge de China y de que los EE. UU. y Japón han visto disminuir la suya.
América Latina está centrada en la consolidación y preservación de sus logros económicos, que van a depender, en gran medida, de la mejora de la cohesión social y del éxito de sus proyectos de integración regional
De ahí los superávits en la Balanza Exterior de productos manufacturados, de servicios, e incluso agrícolas, donde la UE había sido tradicionalmente deficitaria. Y todo esto no se ha conseguido porque importemos menos, sino porque exportamos más.
Pero siendo importantes estos aspectos económicos, comerciales y de inversión, y deseando que se intensifiquen, conviene más poner el acento en los principios y valores compartidos como la democracia pluralista y representativa, el respeto a la libertad de expresión, a los derechos humanos y libertades fundamentales, al imperio de la ley, a las reglas del juego democrático, a la seguridad jurídica y al rechazo de cualquier forma de dictadura o autoritarismo.
Por otro lado, es importante ir transitando de una Agenda Bilateral a una Agenda Global, para hacer frente a los grandes retos que se plantean a escala planetaria. La mejora del multilateralismo efectivo es tanto un compromiso conjunto como un desafío para la Asociación. La Cumbre ha apostado por aprovechar mejor el peso combinado de la UE y América Latina al abordar los muchos problemas globales en los que las distintas políticas, en muchos ámbitos, podrían y deberían converger. Sería altamente deseable que ambas regiones, que representan aproximadamente a un tercio de los Estados Miembros de Naciones Unidas y del G20, asuman un mayor protagonismo en la escena internacional. Especialmente, en lo que se ha venido llamando la “Agenda del Desgobierno”: la lucha contra el terrorismo, el crimen organizado y el narcotráfico en línea con el debate que tendrá la Asamblea General de NNUU en 2016; la preservación del medio ambiente, los recursos naturales y el cambio climático en el ámbito de la Conferencia de París en diciembre de este año; la seguridad cibernética; la lucha contra la pobreza siguiendo la Agenda para el Desarrollo post 2015; las pandemias; los conflictos regionales; los estados fallidos, etc.
Sería interesante constatar también, en este contexto, tras la Cumbre, que las Relaciones Transatlánticas no deberían ser solamente cosa de dos, la UE y los EE. UU., sino cosa de tres, asociando a América Latina. Si nos fijamos, vemos que en la Alianza del Pacífico (todos sus miembros tienen Acuerdos de Libre Comercio con los EE. UU. y con la UE), el NAFTA, el TTIP, el CETA (Acuerdo de Libre Comercio UE-Canadá), los Acuerdos de Asociación y Libre Comercio de la UE y los EE. UU. con Centroamérica, todos ellos representan una red de relaciones comerciales en el área atlántica que, con el tiempo, el impulso político necesario y los ajustes adecuados, podrían dar lugar a un enorme Espacio Económico Transatlántico (TAFTA).
América Latina está centrada en la consolidación y preservación de sus logros económicos, que van a depender, en gran medida, de la mejora de la cohesión social y del éxito de sus proyectos de integración regional.
Hoy, con el desplazamiento del eje económico mundial del Océano Atlántico al Pacífico y al Indico, América Latina ya no es periférica, sino central. Ya no es un subcontinente emergente, sino emergido. Europa, que es una sociedad cronófaga, en lucha contra el tiempo, que vive en una hipertrofia de lo inmediato, del presente, tiene que salir de su ensimismamiento y dar un paso decidido en la buena dirección. La Cumbre de Bruselas ha supuesto una excelente ocasión para jalonar, con hechos concretos, el camino de la Asociación Estratégica Birregional. Queda ahora lo más difícil: pasar de las palabras a los hechos o, lo que es lo mismo, de las bienaventuranzas a los libros de contabilidad.