UNO Octubre 2015

Tiempo de empezar a pensar

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Los problemas son siempre un incentivo a buscar soluciones, más en épocas de bonanzas. Y tanto el Mercosur como la Unión Europea atraviesan dificultades de diversa índole que pueden ser aprovechadas para avanzar hacia una nueva fase de integración.

Como dice Kenneth Rogoff, en el crecimiento impera la perspectiva de “esta vez es diferente”, donde el optimismo anula a la prudencia y las autoridades hacen caso omiso a las advertencias del fin de ciclo. Con las dificultades, comienza la fase creativa. Como dijo el Premio Nobel Ernest Rutheford: “Caballeros, nos hemos quedado sin dinero. Es tiempo de empezar a pensar”, ya sea para salir de la crisis en el Viejo Continente o sea para evitarla, aquí en el Nuevo Mundo. Esto nos alerta de una cuestión obvia: además de las circunstancias imperantes, el aprovechar estas oportunidades demanda de un liderazgo político con una clara visión estratégica de un lado y del otro del Atlántico.

El Mercosur, una de las innovaciones institucionales a nivel regional que trajo la tercera ola de democratización en América Latina, fue un dispositivo clave para alcanzar el objetivo de pacificación y desmilitarización del Cono Sur. Esto resulta un tanto paradójico, ya que desde el nombre mismo, al Mercosur se le asignaron ambiciosos objetivos institucionales de integración económica que no han sido alcanzados. No hubo avances en la productividad del Mercosur, siendo hoy quizás el cuello de botella de la sustentabilidad de las economías de los países que lo integran. Ni tampoco sirvió para integrar cadenas de valor, ni vertebrar una infraestructura acorde a esos objetivos en su interior.

En realidad, y hay que decirlo con todas las letras, el crecimiento vigoroso de los países del Mercosur no se debió a la integración regional, sino al aumento internacional en el precio y en la demanda de commodities debido a la irrupción de gigantes como China e India en ese mercado, y el acoplamiento de las finanzas mundiales a su comercialización. Sin embargo, la institucionalidad de Mercosur sirvió para proteger la actividad industrial subsidiada. El caso de las empresas trasnacionales automotrices con terminales tanto en Brasil y Argentina es particularmente saliente, donde ellas operan consiguiendo facilidades en uno u otro país, siendo escasas las actividades destinadas a la exportación a otros mercados.

El Mercosur, una de las innovaciones institucionales que trajo la tercera ola de democratización en América Latina, fue un dispositivo clave para alcanzar el objetivo de pacificación y desmilitarización  del Cono Sur

La Unión Europea, mientras tanto, posee una consolidada institucionalidad política y económica, que hace parecer raquítica a la institucionalidad del MERCOSUR. El establecimiento de la Comunidad Europea ha estado en la base de la continuidad y expansión del desarrollo de sus países miembros, potenciando a los ya avanzados, como Alemania, Francia e Inglaterra y permitiendo el despegue de los países rezagados del sur de Europa.

Sin embargo, toda la ingeniera institucional política, social y económica de la Unión Europea no impidió la formación de una inmensa burbuja financiera e inmobiliaria que explotó en el 2008 y que ha sumido a la UE en un estancamiento del crecimiento. Los diferenciales de productividad entre los países más avanzados y los menos avanzados, escondidos por la dinámica financiera positiva en la época de auge, se han vuelto patentes luego de la crisis. El ancla cambiaria que significó en su momento la homogeneización que benefició a los países más rezagados para tomar créditos en la fase de auge, se vuelve en contra de ellos en la fase de crisis, ya que no pueden compensar su falta de productividad con una devaluación, no pudiendo cumplir con sus compromisos.

19La expansión de la actividad financiera a partir de la tecnología real time para sus operaciones trae la contracara de una enorme volatilidad y comportamientos de manada que en pocos segundos convierten lo que era una tendencia expansiva en una contractiva.

Los países del Mercosur sufrieron en carne propia y por adelantado, especialmente Argentina, este tipo de crisis, y el gran alivio y relativo blindaje a nuevas crisis ha sido la expansión vigorosa de sus actividades comerciales, a través del boom exportador de sus economías. Aunque no ha caído la demanda de commodities, sí lo ha hecho su precio, inflado por el componente de especulación financiera.
Al menos por el momento, el crecimiento de los países de la región vía exportación de commodities parece haber alcanzado un techo, y este amesetamiento obliga a buscar nuevas fuentes para lograr un desarrollo postergado, y limitado solo a zonas de las grandes ciudades de los países del Mercosur.

Como reza el adagio, “de los laberintos se sale por arriba”, la firma de un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea puede ser una oportunidad para generar una nueva institucionalidad en ambas instituciones regionales y entre ellas. Una nueva institucionalidad que acote el poder de lobby de las coaliciones de intereses a la caza de subsidios que atentan contra el aumento de la productividad, la innovación y, a la postre, del desarrollo sustentable.

Existen múltiples variaciones que puede tener un acuerdo de este tipo. Se puede incluso habilitar secuencialmente áreas de libre comercio ya sea territorialmente hablando, o bien por productos y actividades, “enganchándose” después otras áreas y otras mercancías. También es clave que el Acuerdo fomente el eslabonamiento de actividades productivas e incentive la diversidad productiva, no limitándose en lo que concierne al Mercosur a sus commodities, sino a su industria, y también al sector servicios, que tanto puede crecer. Como zona de interés natural para Europa, se debe apostar por el comercio y la inversión para generar una infraestructura de comunicación y energética en el Cono Sur –que ha quedado rezagada frente al crecimiento experimentado en la última década–.

Por cierto, el mundo no es el mismo que cuando se pensó la Unión Europea y el Mercosur. El despertar económico de China y su agresiva política de expansión comercial es un elemento dinamizador para la economía mundial, pero también es cierto que para estar en condiciones equitativas en las negociaciones económicas con ese gigante, hay pocos países en el mundo con el tamaño suficiente para tener un trato bilateral.

Como reza el adagio, “de los laberintos se sale por arriba”, la firma de un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea puede ser una oportunidad para generar una nueva institucionalidad

Para países como la Argentina, el Mercosur es necesario para una negociación exitosa con la Unión Europea, en donde el interés regional debe imponerse a ciertos actores con una inusitada capacidad de lobby y bloqueo. Así mismo, un Acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea permitiría una mejor base para negociación de acuerdos con China y un revigorizado Estados Unidos. También, sentaría nuevas bases para una integración amplia con los países de América Latina pertenecientes a la Alianza del Pacífico.

Obviamente, es necesario que pasen los tiempos electorales, que cerrarán, más allá de quienes salgan victoriosos, el ciclo político del neo populismo autárquico –cuya sustentación, basada en la crisis política y en el boom de los commodities, ha quedado ya trascendida–. Los liderazgos moderados en América Latina y las necesidades de financiamiento externo inauguran una fase en donde cuestiones que antes quedaban trabadas o ni siquiera podían ser mencionadas, pasarán a ser materia de discusión cotidiana.

No será tarea fácil llegar a buen puerto en las negociaciones, pero el nuevo rumbo que impone las situaciones de ambas regiones, son propicias para un nuevo reencuentro y convergencias productivas.

Luis Tonelli
Director de la Carrera de Ciencia Política, Universidad de Buenos Aires / Argentina
Luis Tonelli es director de la Carrera de Ciencia Política de la UBA. Estudió Ciencia Política en la Universidad del Salvador y en la Universidad de Oxford. Desde 1985 dicta cursos en universidades nacionales y del exterior. Desde 2011, ha sido elegido tres veces director de la carrera que dirige actualmente en la UBA donde es, además, profesor titular de Política Comparada. Ha sido director de la Cátedra de Estudios Argentinos de la Universidad de Salamanca, becario Chevening para Altos Estudios en UK y becario del Departamento de Estado, EE. UU. Ha sido director general de Planificación Estratégica del Ministerio de Economía y editor de Política de la revista Debate. [Argentina]

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