Unión Europea-América Latina, reto para Pymes
Si hubiera que destacar un efecto beneficioso de la crisis sufrida por las economías más desarrolladas en los últimos ocho años, sería el impulso que ha supuesto para la internacionalización de las empresas, que han buscado en los mercados exteriores una salida para compensar la caída de la demanda interna.
Este proceso ha contribuido a la intensificación de las relaciones económicas de la Unión Europea, muy especialmente España, con América Latina, no sólo desde el punto de vista comercial, sino también de la inversión y la transferencia de tecnología y conocimientos.
En los últimos años, las grandes empresas españolas han incrementado su actividad inversora en América Latina, lo que ha tenido como consecuencias una cada vez más relevante llegada de Pymes y el aumento de las exportaciones de bienes.
América Latina es, además, uno de los destinos de los nuevos emigrantes españoles, muy cualificados, que sustentan la trasferencia de tecnología y conocimientos, factor decisivo para generar empleo y tejido productivo y para el desarrollo y la inclusión social.
América Latina es muy diversa, pero hay un denominador común en todos los países que, en gran medida, es aquello que comparten, social y culturalmente, con los países del otro lado del Atlántico
Ahora, además, también se puede hablar de un camino de vuelta en todo este proceso económico y social, y las empresas y los profesionales de América Latina tienen en la Unión Europea uno de los principales objetivos para su desarrollo, y en España la mejor cabeza de puente.
América Latina es muy diversa, pero hay un denominador común en todos los países que, en gran medida, es aquello que comparten, social y culturalmente, con los países del otro lado del Atlántico. Esquemas y valores culturales y sociales que los empresarios y profesionales “transoceánicos” perciben en ambas orillas y que son la base más firme para construir relaciones económicas.
Obviamente, en algunos países existen mayores riesgos políticos, menor protección jurídica de los derechos de propiedad y del marco de inversiones o infraestructuras menos desarrolladas, pero nada de ello es insalvable. Mientras, la sintonía de los “códigos compartidos” perdura y debe crecer.
Que las relaciones económicas y empresariales entre la Unión Europea y América Latina produzcan más progreso y bienestar a ambos lados del Atlántico es el reto al que se enfrentan administraciones y sociedad civil.
Se trata de poner en valor las relaciones entre ambas regiones económicas, de incrementar la interlocución y de trabajar para eliminar obstáculos, y, para ello, será imprescindible incorporar a las pequeñas y medianas empresas y microempresas, que son un componente esencial del tejido productivo y motor de desarrollo en América Latina y en la Unión Europea.
Sin embargo, las Pymes que operan en el comercio entre ambas regiones son minoritarias porque se enfrentan a importantes barreras estructurales a la hora de implicarse en transacciones internacionales, y ello a pesar de que el tamaño de los mercados, su capacidad para innovar y su flexibilidad les podrían otorgar ventajas relevantes.
Para superar estas barreras y ofrecer más oportunidades transatlánticas de comercio e inversión para las Pymes es necesario, por una parte, mejorar el marco institucional de asesoramiento y acompañamiento que necesitan para abordar procesos que no son nada fáciles.
Por otra parte, es imprescindible contar con instrumentos financieros apropiados, como líneas de crédito, capital circulante y préstamos para inversión, y con entidades bancarias y socios comerciales que estén dispuestos a financiar a las empresas a lo largo de todo el ciclo económico.
La primera opción de las Pymes para abrirse a mercados internacionales es participar en las cadenas de valor de empresas grandes, que funcionen para ellas como “tractores” y ofrezcan financiación que las ayude a mejorar, así como formación y transferencia de conocimientos. Esas grandes empresas, a su vez, pueden beneficiarse del desarrollo de Pymes locales que ofrecen productos y servicios a medida y conocimiento del terreno.
Las pequeñas y medianas empresas y microempresas son un componente esencial del tejido productivo y motor de desarrollo en América Latina y en la Unión Europea
Pero también es necesario apoyar los sistemas de cooperación empresarial, en todas sus fases, desde la búsqueda de socios, la formalización de alianzas y su seguimiento. Las posibilidades son muy diversas, desde el nivel superior, que sería la fusión de empresas, hasta centrales de compras, uso de complementariedades y colaboración en proyectos comerciales, de innovación y de distribución.
En la actualidad disponemos de herramientas digitales, inimaginables hace veinte años, que eliminan el factor distancia a bajo coste, y que en pocos casos pueden tener mejor aplicación que en este reto de estrechar relaciones económicas y empresariales entre dos continentes.
Las plataformas digitales deben ser una herramienta esencial para ampliar los flujos financieros y comerciales, disminuyendo los costes e incertidumbres asociados a la expansión internacional.
Y deben servir para facilitar acuerdos, explorar mercados, compartir conocimientos y formación, mejorar la competitividad y, en definitiva, para extender y aumentar el valor de las Pymes en las que reside buena parte de las posibilidades de desarrollo de las sociedades.