Soñando hoy las ciudades del mañana
Grandes ciudades de todo el mundo se están viendo obligadas a establecer políticas de restricción de tráfico a causa de sus alarmantes niveles de contaminación. Y cada vez más voces reclaman un cambio significativo en el modelo de movilidad urbana. Un cambio que tiene que ser valiente y debe empezar antes de que sea demasiado tarde. Un cambio en el que se deben implicar ciudades, empresas y ciudadanos y que tiene como objetivo disuadir a la población del uso de su vehículo privado, el principal causante de los problemas medioambientales que afrontamos a nivel global.
Cada vez más voces reclaman un cambio significativo en el modelo de movilidad urbana
Cada vez somos más los que soñamos con una ciudad diferente, con un sistema de transporte multimodal en el que conviva el transporte público con las nuevas soluciones de movilidad. Hablamos de servicios como el ridesharing, el carsharing o el bikesharing que, en combinación con una política de urbanismo centrada en las personas y el respeto al medio ambiente, sean la base del nuevo paradigma de las ciudades sostenibles. Esta ciudad que imaginamos puede parecer una quimera pero también parecía imposible, hace tan sólo 5 años, poder movernos por la ciudad con tan sólo pulsar un botón en nuestro smartphone.
Nunca antes habíamos podido adaptar la oferta a la demanda a tiempo real, de manera que los sistemas tendían a ser ineficientes por exceso o falta de recursos. Actualmente, la tecnología ofrece a las ciudades una amplia gama de alternativas de transporte eficientes y económicas. Aplicaciones como Uber ya han demostrado su eficacia en la reducción del uso del vehículo privado. Un estudio realizado por Copenhagen Economics sobre el impacto del ridesharing en la ciudad de Estocolmo mostró que su correcta implementación conseguiría reducir 37.000 trayectos en coche cada año con tan sólo 3.000 coches, lo que se traduce en una disminución anual de 49.000 toneladas de dióxido de carbono y la eliminación de 18.000 coches en activo en la ciudad.
Pero esto es sólo el principio. La evolución natural del ridesharing son los servicios de carpooling en tiempo real, como uberPOOL. Se trata de un servicio que permite que aquellos pasajeros que realizan trayectos coincidentes en un momento determinado puedan compartir el trayecto. De este modo, seguimos democratizando el acceso al transporte porque el coste se comparte y conseguimos disminuir los niveles de congestión y contaminación en la ciudad porque se reduce el número de coches necesarios para transportar a la misma gente. Por ejemplo en el caso de Los Ángeles, uberPOOL representa ya un tercio del total de viajes que se realizan a través de la plataforma, y en tan sólo ocho meses, se ha conseguido una reducción adicional de más de 12 millones de kilómetros recorridos por la ciudad gracias a una mayor ocupación de los vehículos y un ahorro en emisiones asociado de 1.400 toneladas de CO2.
uberPOOL es ya una realidad en más de cincuenta grandes ciudades de todo el mundo como Nueva York o Shanghái, pero también lo es en capitales europeas como París o Londres. Todas ellas han promovido cambios regulatorios que han modernizado su regulación para dar cabida a los nuevos servicios digitales. El último país de esa lista ha sido Estonia, que ha aprobado una nueva regulación para dar seguridad jurídica a los servicios de ridesharing en el país.
Mientras en muchos países se produce esta tendencia renovadora, otras zonas del mundo se muestran reticentes a promover cambios regulatorios que se adapten y den respuesta a esta nueva realidad tecnológica. Así, mientras Lituania trabaja en un proyecto piloto en colaboración con Uber y México DF aprobó recientemente una regulación específica para los servicios de ridesharing, en España aumentan las limitaciones a la actividad para estas plataformas.
Este atasco regulatorio no sólo impide a las ciudades desarrollar modelos de movilidad más sostenibles gracias a la tecnología, sino que además limita la capacidad de elección de sus ciudadanos al tiempo que bloquea una gran oportunidad de creación de empleo.
Este atasco regulatorio no sólo impide a las ciudades desarrollar modelos de movilidad más sostenibles gracias a la tecnología, sino que además limita la capacidad de elección de sus ciudadanos
El momento es ahora. Si entre todos no somos capaces de promover regulaciones inteligentes que aprovechen este proceso de transformación digital, la brecha tecnológica entre los países será cada vez mayor. Una brecha tecnológica que ha llevado a muchos expertos a diferenciar entre dos tipos de países: los digitales y los tecnofóbicos. Quizá conviene preguntarnos dónde queremos estar cada uno de nosotros.
Pero volvamos a soñar por un momento. Imaginemos que los estados revisan sus regulaciones y podemos avanzar hacia modelos innovadores de ridesharing, carsharing y carpooling. Imaginemos que ya no necesitamos poseer un coche porque tenemos la certeza de que en cualquier punto de la ciudad y a cualquier hora dispondremos de una alternativa de transporte accesible. Imaginemos, además, que conseguimos reducir los niveles de contaminación y congestión, haciendo de nuestra ciudad un lugar mejor para vivir. Imaginemos, por un momento, que la ciudad del mañana es posible.