Liderazgo cívico y corresponsabilidad social
Actualmente, la ciudadanía enfrenta grandes retos para atender la compleja problemática social, económica y política. Inseguridad, delincuencia, violencia y corrupción han crecido al amparo de la impunidad, y, de no ser enfrentados, pueden poner en riesgo la supervivencia del Estado mexicano.
¿Qué debemos hacer? ¿Podemos como ciudadanos incidir en los cambios que se necesitan? Aunque temas como inseguridad, corrupción, impunidad, desempleo y pobreza han estado en el centro del discurso desde hace décadas, el desarrollo de políticas públicas poco efectivas o mal implementadas, la falta de voluntad política y la ausencia de participación ciudadana, han limitado e inhibido la obtención de resultados positivos.
La sociedad ha demostrado una y otra vez su capacidad de organizarse para fortalecer y legitimar políticas públicas
Como deporte nacional muchos mexicanos se manifiestan a través de redes sociales y pláticas de café. Pero, ¿cuándo nos detenemos a pensar cómo es que llegamos a la situación que vivimos actualmente? ¿Cuántas veces, en vez de quejarnos hemos propuesto soluciones y nos hemos organizado para promover un cambio?
De acuerdo con Anatomía de la corrupción, tan solo en 2015 se registraron 33.5 millones de delitos en México, de los cuales únicamente 3.6 millones fueron denunciados. De estos, apenas 67.5 %, equivalente a 2.4 millones, se incorporaron a una averiguación previa; con estas cifras, el porcentaje de impunidad es de 92.8 %. Según Transparencia Internacional, en 2015 México obtuvo el lugar 95 de 168 países, es decir, se percibe como uno de los países más corruptos.
Frente a este escenario, la participación ciudadana en la construcción de los problemas que aquejan a la sociedad es casi nula: 8 de cada 10 personas nunca han participado o se han organizado para realizar en actividades de beneficio común y un 50 % siguen creyendo que los problemas de la sociedad deben ser resueltos por el gobierno. La apatía, la pasividad y la permisividad de los mexicanos durante muchos años ha sido el caldo de cultivo en el que han crecido los principales problemas de la actualidad.
Estamos a tiempo para formar una sociedad empoderada, que asuma su corresponsabilidad
La falta de liderazgo y de sensibilidad por parte de las autoridades de los tres niveles de gobierno, para poner el interés público antes que el particular, ha puesto en evidencia su incapacidad para dar una solución efectiva a las prioridades nacionales. Por el contrario, la sociedad ha demostrado una y otra vez su capacidad de organizarse para fortalecer y legitimar políticas públicas que considera relevantes en su vida cotidiana.
Sorprende, sin embargo, la enorme tolerancia que esta misma sociedad ha tenido frente a la inseguridad, la violencia y la corrupción. ¿Cuántos muertos, cuántos robos, cuánta violencia, cuánta corrupción, cuánta impunidad estamos dispuestos a seguir soportando, ya sea por desidia, por apatía o por miedo?, ¿Cuántos se requieren para organizarnos y hacer un frente común contra aquellos que sí están organizados para cometer delitos y crímenes?
El establecimiento del Estado de Derecho es un prerrequisito para alcanzar la gobernabilidad democrática y un México justo y próspero, pensamos en Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad. Sin embargo, la condición indispensable para ello es desarrollar mayor liderazgo cívico y una mayor corresponsabilidad de la sociedad, en suma, salir del letargo en el que hemos estado sumergidos durante décadas para hacer frente a problemas sistémicos que tienen solución.
Los caminos de la inactividad, el desinterés y la falta de compromiso para denunciar, proponer y actuar nos han llevado a la precaria situación en la que nos encontramos. Los cambios que se requieren para abatir los problemas a los que nos hemos referido no se darán con buenos deseos o a través de esfuerzos desarticulados. Estamos a tiempo para formar una sociedad empoderada, que asuma su corresponsabilidad, exija cuentas a sus gobiernos y rompa las barreras del individualismo para trabajar de manera organizada por el bien común. La implementación del Sistema Nacional Anticorrupción en México es uno de los primeros pasos, pero aún falta mucho.