Rimas futuras
La humanidad se enfrenta a cambios profundos: en el planeta, en cómo se organizan y funcionan las sociedades, en las instituciones cada vez más desgastadas, en las posibilidades de la ciencia y la tecnología. Aunque algunos de esos cambios podrían ser transformadores en un sentido positivo, la velocidad vertiginosa –y aparentemente creciente– del cambio está abrumando nuestra capacidad colectiva para hacerles frente. Desafíos como el cambio climático, las migraciones masivas, el terrorismo y el tráfico de seres humanos, cuya naturaleza requiere una acción global, chocan con una distribución del poder, unas instituciones y unas prácticas que fueron ideadas para un mundo muy diferente.
El sentido de la globalización esperanzadora que había caracterizado el cambio de siglo ha dado paso sin más a un resurgimiento del nacionalismo encerrado en sí mismo
Lamentablemente, la consecuencia es que el largo período de varias décadas de crecimiento global, desarrollo humano y prosperidad se está desvaneciendo y está siendo reemplazado por un período de estancamiento, conflictos y condiciones casi medievales en algunas partes del mundo. El sentido de la globalización esperanzadora que había caracterizado el cambio de siglo ha dado paso a un resurgimiento del nacionalismo encerrado en sí mismo.
Podría decirse que existen al menos cinco principales causas del escenario cambiante:
• El fracaso de los poderes económicos y políticos dominantes, especialmente en Estados Unidos y China, de liderar un esfuerzo para redefinir la estructura institucional que surgió tras 1948 y que hace tiempo que ha perdido fuelle.
• La probabilidad de que la economía global se está desacelerando debido a factores estructurales, confundiendo así las expectativas de las clases medias emergentes en países como Brasil y China mientras que al mismo tiempo se condenan las clases medias de los países industrializados al estancamiento.
• El colapso sin precedentes del centro político en la mayoría de democracias, lo que refleja la creciente sensación entre los votantes de que se les excluye1.
• El resurgimiento de la guerra como una forma aceptada de impulsar los intereses nacionales, en parte debido a la falta de voluntad de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU para aceptar los principios y las disciplinas de la Carta de las Naciones Unidas.
• El fracaso de los líderes elegidos democráticamente en demasiados países –pero especialmente en democracias emergentes– a la hora de adoptar estándares éticos que justifiquen la confianza de los votantes y conformen la base para una evolución política sostenible2.
Cada una de estas causas es controvertida, pero posiblemente la incapacidad de los líderes políticos para que la democracia funcione sea la más importante. Los datos recientes sugieren que los líderes en países de mercados emergentes que se consideran “libres” tienden a ser más corruptos y de menos confianza que sus homólogos autocráticos. La pregunta obvia es: ¿por qué molestarse con los costes de la democracia si se nos priva de sus beneficios? Es más, si se suponía que la “democracia” era un elemento básico del nuevo orden mundial y está fallando, ¿qué será lo siguiente?
¿Existen líderes, en la política o en la sociedad en general, dispuestos a pensar diferente y reinventar el modo en el que funciona la democracia?
Todo esto puede expresarse de otro modo. Ni las democracias industriales ni las emergentes llegan a sus electores. Como consecuencia, en diferentes países y culturas, existe un número significativo de votantes que está adoptando soluciones populistas y nacionalistas o está dando su apoyo a líderes “fuertes”, aunque sean antidemocráticos. La historia no puede terminar bien.
Por supuesto, podría haber futuros alternativos. ¿Existen líderes, en la política o en la sociedad en general, dispuestos a pensar diferente y reinventar el modo en el que funciona la democracia? ¿Es posible aprovechar las nuevas tecnologías de la información para crear relaciones entre los ciudadanos y sus representantes electos, con el fin de reducir el déficit democrático creciente? ¿La tecnología puede lograr que el gobierno y la gobernanza sean más transparentes y así restaurar la confianza de los ciudadanos en los políticos? ¿Los líderes éticos e innovadores que trabajan fuera de los marcos gubernamentales pueden crear un cambio político positivo que permita la renovación de estructuras y prácticas políticas antiguas?
Lamentablemente, no hay muchos motivos para el optimismo. El autor americano Mark Twain supuestamente dijo que “La historia nunca se repite, pero a menudo rima”, y existen muchos indicadores en el entorno actual que nos recuerdan (aunque no rimen) las circunstancias que accidentalmente convirtieron el asesinato del archiduque de Austria en 1914 en un conflicto global.
Pero esa es la cuestión. Si continuamos por este camino, tendremos merecido aquello que la historia nos tenga preparado: sea bueno, malo o espantoso.