LIDERAZGO que TRASCIENDE
Vivimos tiempos inciertos. En lo personal, cada uno de nosotros y nosotras enfrentamos reglas de vida nueva para un tablero donde nunca antes una pandemia había entrado en nuestros planes. Y hemos tenido que reorganizar y repensar nuestro día a día. En lo profesional, con suerte también habremos tenido que tirar a la basura (casi) nuestras previsiones para este año y formular unos objetivos nuevos, un nuevo plan, un nuevo giro. Y digo con suerte con la intención de reivindicar aquello que ya es de sobra conocido: lo que no se mueve, perece, se marchita, se adormece. Y ha tenido que llegar una pandemia para ponernos a prueba, para sacar nuestra resiliencia, nuestro empuje. Aquello que nos gusta llamar liderazgo.
Porque, ¿qué es el liderazgo para un CEO en el momento actual? Es la capacidad de influencia, sí, pero también es la responsabilidad de dotar a todos y cada uno de los colaboradores de la responsabilidad de su auto-liderazgo, liderando con empatía, quizá más que nunca, con transparencia, asertividad y humanidad. Todos nos merecemos líderes más humanos, y todo apunta a que el líder más humano ha llegado para quedarse, siendo necesario para las nuevas generaciones y para las actuales. En uno de los últimos informes de la consultora McKinsey titulado “From a room called fear to a room called hope: A leadership agenda for troubled time”, nos habla certeramente de que cuando las personas creemos que un líder se preocupa por nuestro bienestar, compromiso y éxito, nos ayuda a pasar de un espacio de miedo a esa sala llamada esperanza. Los líderes hábiles demuestran que se preocupan expresando compasión por el daño y la angustia emocional infligida por la crisis en cuestión, y las acciones que ellos y su organización toman en respuesta. Reconocen que las noticias son malas y que pueden empeorar antes de mejorar. Y están presentes física y emocionalmente. Siguiendo en la misma línea, las personas están más dispuestas a aceptar e implementar decisiones complicadas o difíciles cuando creen que sus líderes se preocupan por ellos y están tratando de hacer lo mejor para el bien común en lugar de solo ellos mismos. Incluso cuando esta decisión basada en el bien común no satisfaga directamente sus objetivos.
La COVID-19 nos ha traído grandes lecciones de vida donde no sabemos si saldremos mejores, aún. Pero lo que sí sabemos es que ya todos y todas somos diferentes. Por eso es necesario que cada persona de la organización tome la posición que ocupa y desde ese auto liderazgo, expanda plenamente su capacidad, defina objetivos, trace la ruta a seguir, y reme en la misma dirección. Sin un auto liderazgo claro, difícilmente podremos liderar a los demás. El auto liderazgo requiere método, disciplina, como el atleta que se prepara concienzudamente para unas Olimpiadas. ¿Se imaginan a Rafael Nadal sin esta disciplina forjada a base de tesón? Les invito, por cierto, a escuchar sus palabras tras su último triunfo en el Roland Garros, todo un ejemplo de mentalidad positiva y esfuerzo.
Por eso es necesario que cada persona de la organización tome la posición que ocupa y desde ese auto liderazgo, expanda plenamente su capacidad, defina objetivos, trace la ruta a seguir, y reme en la misma dirección.
Porque además el liderazgo no está reñido con la jerarquía y no debe descansar en la figura de “jefe”. De hecho, las organizaciones actuales y futuras estarán promoviendo el liderazgo horizontal e interpersonal entre áreas, clave en equipos multidisciplinares e incluso multiculturales y deslocalizados. El liderazgo es influencia, sí, pero también responsabilidad. Pocas veces reflexionamos sobre la segunda, y requiere más madurez para ejercer la influencia. La responsabilidad se muestra asumiendo errores y tomando decisiones.
La responsabilidad del líder hoy ha mutado un paso más allá de la influencia para colocarse al lado de palabras con una semántica que se parece más a la capacidad de trascender y a la capacidad de inspirar. Estos conceptos tan íntimamente unidos al famoso y archi manipulado propósito, son claves para entender y marcan las relaciones que queremos desarrollar en el sistema de una organización y en nuestra vida personal:
La responsabilidad del líder hoy ha mutado un paso más allá de la influencia para colocarse al lado de palabras con una semántica que se parece más a la capacidad de trascender y a la capacidad de inspirar.
- Liderazgo trascendente: ya en el año 2008 la revista IESE Insight nos ofrecía un artículo que hablaba sobre el liderazgo centrado en la misión. En el año 2020 hablamos de propósito, pero el espíritu es el mismo. Un tipo de liderazgo que no solo busque una transformación interpersonal ofreciendo a los colaboradores un entorno de trabajo atractivo donde aprender y comprometerse, sino que la influencia supere esas barreras personales para apelar a la necesidad de realizar un trabajo por un bien común. Ese propósito compartido, un sentido de “misión” donde cada persona desarrolla en todos los niveles el “ownership”, a través de un compromiso con el propósito implementado de arriba a abajo; una cooperación que consista en ir más allá de los intereses propios logrando que todos los colaboradores vean la misión de conjunto; y por último, el cambio como continuidad, como exponente, con las competencias y talento para trabajar en pos de ese propósito compartido
- Liderazgo inspirador: relacionado íntimamente con aquellas cualidades poderosas que nos hacen únicos, diferentes y relacionadas intrínsecamente por ese “charme” que nos apela directamente a la emoción, a la necesidad vigorosa de querer estar rodeados de personas que nos energizan y nos retan. Y este tipo de liderazgo es el que podemos reconocer precisamente en los otros y las otras, donde la jerarquía nada tiene que ver con la influencia, sino con las cualidades poderosas que emergen directamente y se sustentan por sí solas. Ese tipo de personas a las que llamamos mentores.
El mundo y las personas estamos ávidos de líderes que trasciendan, mejor aún: que nos muevan, nos evoquen y nos cambien. Comencemos por nosotros mismos.