Cuadrar el círculo de las transiciones verde y energética
Cuando Olaf Scholz visitó Brasil en enero de 2023 anunció una donación de más de 200 millones de euros para proteger la Amazonía. Se trataba del primer mandatario extranjero que recibía el presidente Lula da Silva tras su reelección, y una parte destacada de su encuentro estuvo dedicada al medio ambiente. “Es una buena noticia para el planeta que Lula esté empeñado en combatir el cambio climático y la destrucción de la selva tropical”, afirmó el canciller alemán. Por supuesto. Pero, como es bien sabido, ambas son tareas ingentes que requieren la colaboración, coordinación y compromiso de todos para poder alcanzarlas.
Ha acabado siendo ya un lugar común recordar el papel que desempeña América Latina y el Caribe (ALC) en la lucha contra el cambio climático y la transición verde, más allá de que la Amazonía sea el pulmón del mundo y de su ingente biodiversidad. Solo algunas cifras: alberga un 33 % de las superficies cultivables del planeta, posee el 25 % de los bosques tropicales, el 52 % de las reservas de cobre, un tercio del agua potable, un 20 % de la capacidad hidroeléctrica y un 40 % de las tierras raras.
Por otra parte, la región es solo responsable del 8 % de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial y, sin embargo, es también una de las más vulnerables a los efectos del cambio climático. El poder destructivo de huracanes, sequías, incendios e inundaciones vienen costando el equivalente al 1 % del PIB de media regional, y hasta el 2 % en algunos países centroamericanos. Según un informe del Banco Mundial, más de 17 millones de latinoamericanos podrían convertirse en desplazados climáticos para 2050. Es también la región más peligrosa para los defensores medioambientales.
La Unión Europea puede, y debe, contribuir con financiación y acompañamiento a aumentar la capacidad de adaptación, mitigación y resiliencia de los países latinoamericanos
Es obvio que la UE (cuyas emisiones, en un entorno mucho más industrializado, también suponen un 8 % del total) puede, y debe, contribuir con financiación y acompañamiento a aumentar la capacidad de adaptación, mitigación y resiliencia de los países latinoamericanos.
Y no es solo el deseo de apoyar la transición a economías verdes y sostenibles para alcanzar los objetivos fijados por la agenda climática global. Europa parece haber descubierto, “de repente”, que ALC puede ser un socio relevante para garantizar las transiciones energética y digital a las que ha apostado su futuro.
El proceso está siendo marcado por dos factores fundamentales. Por un lado, la guerra en Ucrania ha obligado a reducir hasta la mínima expresión la dependencia de la energía procedente de Rusia y ha acelerado significativamente la reconversión energética de los países de la UE. Por otro lado, y en medio de la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China, Europa ha declarado su intención de lanzar un proceso de lo que la presidenta de la Comisión Europea ha bautizado como de-risking. El término alude a la necesidad de reducir las vulnerabilidades causadas por la dependencia de materias primas críticas procedentes del país asiático. Hasta un 98 % en el caso de las tierras raras.
Otro ejemplo paradigmático es el litio, ese metal que alimenta las baterías de larga duración, ya sea de los teléfonos, los ordenadores o cualquier otro aparato electrónico, incluidas las de los vehículos eléctricos, y que sirve para almacenar la energía producida por los paneles solares y las turbinas eólicas. El gran desafío de las renovables. El llamado “triángulo del litio” –Chile, Argentina y Bolivia– alberga cerca del 60 % de las reservas mundiales. Sobre el papel, una gran oportunidad; en la práctica, plantea todo tipo de retos relacionados con el control sobre los recursos, frente a “depredadores” extranjeros, con los métodos de extracción, más o menos respetuosos con el medio ambiente y con los derechos de las poblaciones indígenas, o con el modelo productivo y de desarrollo que se quiera alcanzar, un modelo que pueda dejar atrás los tradicionales patrones extractivistas y generar un auténtico valor añadido.
Esa preocupación por una transición justa, con una mirada sobre su impacto sobre las mujeres y las poblaciones locales, especialmente las indígenas, en pos de la inclusividad y la equidad, que proteja el bienestar de los trabajadores y que recupere asimismo los saberes y las tradiciones ancestrales está presente en todos los documentos e iniciativas que en la relación birregional abordan las transiciones verde y energética.
Entre los más recientes hay que destacar la Carta Medioambiental Iberoamericana, aprobada en la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo, de marzo de 2023, y la Nueva Agenda para las Relaciones entre la UE y América Latina y el Caribe, la comunicación conjunta de la Comisión Europea y del Alto Representante para la Política Exterior dirigida al Parlamento y el Consejo Europeo del pasado 7 de junio. En el horizonte cercano, la Cumbre UE-Celac que se celebrará en el marco de la Presidencia española del Consejo de la UE. “La asociación estratégica UE-ALC es hoy más importante que nunca. Somos aliados clave a la hora de reforzar el orden internacional basado en normas y defender juntos la democracia, los derechos humanos y la paz y la seguridad internacionales. También nos interesa reforzar nuestra cooperación y diálogo políticos, luchar contra el cambio climático e impulsar una transformación digital inclusiva y centrada en el ser humano. Nuestro programa Global Gateway Mundial también impulsará la inversión y una cooperación más estrecha”, declaró Ursula Von der Leyen en su presentación.
Mucho énfasis se está poniendo, en efecto, en el Global Gateway, el programa de apoyo a inversión en infraestructuras que busca competir, de alguna manera, con la Iniciativa china de la Franja y la Ruta (la conocida como nueva Ruta de la Seda), aunque con bastantes menos fondos. Los deseos de cooperación europeos topan además con la complejidad de los instrumentos financieros adecuados, pero aquí la voluntad política podría, y debería, estar por encima de las cuestiones técnicas.
El relanzamiento de las relaciones entre ambas regiones tiene en las transiciones ecológica y energética un campo de pruebas excelente para cuadrar el círculo que permita trans- formar las intenciones en realidades, como socios iguales comprometidos con el futuro de sus sociedades y con el planeta. Es una oportunidad que no debe desaprovecharse.