La Unión Europea y América Latina: en búsqueda de una gobernanza compartida
En estos últimos años, la integración europea ha intentado de manera prioritaria frenar el deterioro de la gobernanza global, lastrada por la pérdida de peso de los instrumentos multilaterales. Ha sido y sigue siendo un esfuerzo hasta cierto punto melancólico y lleno de contradicciones. Lo primero, por la falta de respuesta de los grandes bloques económicos globales, Estados Unidos y China. Lo segundo, por una cierta incoherencia en relación con el discurso intraeuropeo, fragmentado por intereses nacionales y sectoriales que en muchos casos han primado sobre el discurso global.
Lo cierto es que las crisis actuales y sus consecuencias, tanto políticas como económicas, dejan claro que no podemos abordar este empeño de reconstrucción de la gobernanza global sin la complicidad de otras regiones del planeta, que sufren aún más que Europa de una marginación creciente ante la competencia entre grandes bloques.
Por otro lado, la historia nos enseña que las ventajas que pueden obtenerse a corto plazo en la gestión de los activos disponibles –en especial, materias primas– no compensan en modo alguno la implícita cesión a terceros de la defensa de los intereses propios y el abandono del multilateralismo. De lo que se trata ahora es de recuperar una voz o, mejor dicho, varias voces –pues América Latina es un continente rico y diverso– que a su vez representan valores con los que Europa tiene mucho en común. Nos atrevemos a decir que nadie en el planeta está más cerca de estos valores e intereses de América Latina que Europa, por mucho que en algunos sectores la competencia pudiera parecer rivalidad.
Nos atrevemos a decir que nadie en el planeta está más cerca de los valores e intereses de América Latina que Europa, por mucho que en algunos sectores la competencia pudiera parecer rivalidad
Ahora bien, aunque gran parte de Latinoamérica y de Europa (no hay que soñar con unanimidades, que no existen en el mundo real) coinciden en este análisis, lo cierto es que estamos muy lejos de extraer las consecuencias apropiadas no solo a nivel político, sino tampoco a nivel social y empresarial.
Nos vamos a centrar en este último aspecto, vital para dar masa crítica a los gobiernos y a las sociedades que buscan un acercamiento transatlántico real, concreto, tangible.
Tres son los aspectos que a primera vista deberían llamar poderosamente la atención en este diálogo entre los actores privados y los poderes públicos de América Latina y Europa.
El primero, conocer cuáles son las posibilidades de colaboración público/privada que van a encontrar una mejor respuesta, bien sea por tener vías de financiación establecidas, acceso preferente a mercados o una demanda sólida por sinergias en las cadenas de producción o consumo. Se trata no sólo de un análisis de situación, sino también de una prospectiva, teniendo en cuenta las prioridades actuales y futuras del espacio eurolatinoamericano.
El segundo, diseñar estrategias para la puesta en marcha de proyectos empresariales concretos en los que los respectivos actores privados contribuyan a hacer creíble el compromiso de la Unión Europea y América Latina de crear un espacio compartido, sea en el ámbito medioambiental, digital o de desarrollo sostenible. El objetivo es aterrizar los conceptos más generales en un ejercicio de apropiación de las políticas acordadas por la UE y Latinoamérica, completando lo que los poderes públicos o las instituciones financieras internacionales enuncian en términos más generales.
Por último, y como consecuencia de lo anterior, fortalecer e impulsar la conversación entre un lado y otro del Atlántico. El sector empresarial latinoamericano y el europeo enraizado en Latinoamérica deben formar parte activa de ese diálogo público/privado, aportando su experiencia de gestión y desarrollo de actividad económica. La condición necesaria para que esto ocurra es un conocimiento profundo de las instituciones públicas involucradas y de sus mecanismos de funcionamiento.
La revisión de la política europea en Latinoamérica durante la Presidencia española del Consejo es una oportunidad para revisar la intervención del sector privado en el diseño y ejecución de esta nueva fase. Otros artículos en esta revista describen las líneas fundamentales de esta revisión, su ambición y objetivos.
Desde LLYC aspiramos a acompañar al sector empresarial europeo y latinoamericano en esta nueva etapa en la que la diplomacia corporativa puede jugar un papel clave en la búsqueda de esa gobernanza compartida. El punto de partida es el conocimiento profundo de las dos realidades, latinoamericana y europea, condición necesaria para aportar un verdadero valor añadido a la relación entre ambas regiones.
Nuestro área de Asuntos Europeos (LLYC European Affairs) tiene entre sus objetivos contribuir al acercamiento, comprensión y comunicación entre América Latina y Europa. Todo ello con el propósito de generar un impacto positivo en la economía, orientado hacia sectores de futuro y anclado en nuestros valores e intereses comunes.
Por otra parte, la presencia directa de LLYC en América Latina con 12 oficinas en 10 países de la Región, desde las cuales trabajamos en los ámbitos público y privado, nos permite conocer de primera mano la realidad de los países y acercarla al entorno europeo.
Estamos ante una oportunidad extraordinaria para poner en marcha un verdadero proceso de gestión conjunta de los desafíos compartidos, una puesta en común de nuestras capacidades para reforzar la gobernanza global y un reforzamiento de un sector empresarial que pueda participar en los cambios estructurales que están ya ocurriendo y que van a transfor- mar de manera profunda nuestras sociedades.
Apoyándonos en nuestra conocimiento institucional y nuestra capilaridad en América Latina, estamos comprometidos con este renovado impulso a la gobernanza compartida en el que el sector privado adquiere un protagonismo indispensable.